(De Mario Bellocchio )
El
primer tren eléctrico de Sudamérica circuló hace 99 años entre Retiro y
Tigre .
Allá por los comienzos de la primera
tragedia mundial el vicepresidente de la Nación , Victorino de la Plaza , tendría que hacerse
cargo de la presidencia (1) por
la muerte de su titular Roque Saénz Peña. A más de las réplicas que el
terremoto europeo nos transmitía, acá sucedían otros hechos de magnitud que el
gobierno determinaba o en los que participaba en forma directa. Se creaba la Caja Nacional de
Ahorro Postal, se sancionaban las leyes de Accidentes de Trabajo y de Casas
Baratas para trabajadores (2), se implementaba la Ley Sáenz Peña de
sufragio universal secreto y obligatorio y se producían dos inauguraciones
rimbombantes: la de la actual estación Retiro Mitre y, un año después, la
partida, desde esos andenes, del primer tren eléctrico de Sudamérica que unía
esa estación con la de Tigre. A ambos cortes de cinta –parece ser una
especialidad de don Victorino– asistía el presidente subrayando la importancia
que se le otorgaba a las inauguraciones. La primera de ellas, la de la estación, el 2 de agosto de 1915.
El Ferrocarril Central Argentino se había
visto en la necesidad de contar con una nueva estación terminal tras el
incendio, en 1897, de la antigua Estación Central, la que quedaba a
pasos de la Casa
de Gobierno. En 1908, un grupo de profesionales británicos radicados
en el país, encabezado por el ingeniero Reginald Reynolds, había presentado el
proyecto que finalmente comenzó a construirse en 1909 en el solar de
la avenida Maipú 1358 –hoy avenida Ramos Mejía– y que se
concluyó en 1914 inaugurándose oficialmente un año después. Fue una de las
estaciones más grandes del mundo en el momento de su inauguración. Se trató de
“un claro símbolo de la idea de progreso que sustentaba la generación
del 80” y “la
culminación del proyecto de tendido de los ferrocarriles, iniciado a
mediados del siglo XIX, y cuya red, abierta entre las provincias y el puerto
de Buenos Aires, permitió la distribución tanto de
los inmigrantes cuanto de los productos agrícolo-ganaderos”.(3)
Casi exactamente un año después, el 24 de
agosto de 1916, don Victorino se disponía a cortar la última cinta importante
de su heredado mandato: la inauguración del eléctrico.
Ya llevaba sobre su lomo las críticas que le deparó su abierto desprecio a las
celebraciones del centenario de la independencia –9 de julio de 1916– que los
tucumanos atribuían a su “salteñidad”; y
la victoria de Hipólito Yrigoyen en las votaciones de abril en las que había duplicado los votos
del Partido Autonomista Nacional. Léase: le quedaban escasos dos meses de
vigencia presidencial para hacer historia. Así que aquel 24 de agosto de hace
99 años fue a la novísima estación Retiro
a darle la señal de partida a los marrones vagones británicos de madera y a las
instalaciones técnico-operativas que desde hace entonces –cinco años se venían
preparando para semejante salto cualitativo del viaje suburbano, donde también
se ponía en funcionamiento la provisión eléctrica, entonces ausente, entre las
estaciones Canal San Fernando y
Tigre “R”.
A todas estas circunstancias se agregaba el
debut oficial del personal de conducción cuya preparación requirió un curso
especializado en los talleres de la estación Victoria. El material
rodante de origen británico (4) constaba
de coches cuyas variantes abarcaban las distintas necesidades de circulación y
acceso a los variados andenes del trayecto. Los había de tres puertas: una
doble central y dos simples en los extremos. Y los de dos accesos dobles
equidistantes de los extremos, cuya vida útil se extendió hasta su gradual
renovación iniciada en la década de 1960 con su reemplazo por los vagones de
origen japonés. Sin embargo para la madera original llegó el comienzo del
recambio por chapa a partir de 1931 y las estructuras de tracción sufrieron
distintas modificaciones con el correr de los años (5). No así los
interiores que permanecieron invariables hasta el final de su servicio:
asientos tapizados –la mayoría en cuero; los había de esterilla– y rebatibles
para la primera clase distribuidos dos y dos a derecha e izquierda; y fijos, de
espalda contra espalda, confeccionados con listones de madera lustrada para la
segunda clase, tres de un lado del vagón y dos del contrario.
“La incorporación de los diferentes modelos
fue progresiva, interrumpiéndose hacia 1917 a raíz de la 1ª Guerra Mundial lo que
obligó a intercalar en las formaciones eléctricas coches remolcados ordinarios
de los utilizados en los sectores no electrificados. Al normalizarse la entrega
de vehículos en 1927 esta situación se revirtió y hasta que las obras de
electrificación de las restantes líneas estuvo completa fueron los coches
eléctricos los que se intercalaron en formaciones traccionadas por vapor.” (6)
Como si se tratase de una represalia de
guerra, la llegada de “los japoneses” en la década de 1960 precipitó la
retirada de “los ingleses” supérstites de madera. Algunos pasaron a servir como
vehículos remolcados para servicio local en el San Martín o uso departamental
en varias líneas. Uno, metamorfosis mediante, equipado con comandos de
locomotora GAIA, inauguró el sistema push-pull en el F.C.Gral. Roca el 22 de
septiembre de 1971. Otro, identificado como S.I.E.8, fue afectado al servicio
interno de maniobras en los talleres Victoria. Los metálicos, por su parte, con
calafateos estructurales y de color realizado en talleres locales, siguieron
corriendo hasta entrada la década de 1990. Ahí irrumpió en la escena el nefasto
“Yamal que para, yamal que cieya”, brazo ejecutor de una política
antiferroviaria que había
sido iniciada allá lejos por Arturo Frondizi y su plan Larkin
–supuestamente para sanearlos–. La agónica supervivencia de los vagones
fundacionales tuvo un honroso destino social. Del 2001 al 2007, si bien
funcionaron en un calamitoso estado –por el que nada se hacía para mejorarlo–
como “tren blanco” o “tren cartonero”, permitía a quienes se desempeñaban en
esos durísimos años, como recolectores de residuos de cartón y papel,
movilizarse desde y hacia sus lugares habitacionales. En 2007, TBA decidió
suspender esos servicios que se habían tornado por su precariedad –que nunca se
intentó corregir– peligrosos. De aquellos revolucionarios –para la época–
Vickers que inauguraron el servicio hace casi un siglo sólo queda, en buen
estado de conservación, la maqueta de 80 cm . de largo que la Asociación amigos del
Tranvía (7) conserva en
su biblioteca. De las viejas políticas ferroviarias que vieron crecer este país
social y económicamente, nos resta la esperanza de que este renacer vial
contemporáneo se afiance y nos devuelva los trenes.
______
Notas:
1. 10 de agosto de 1914.
2. la Ley Cafferata ,
inspirada por el diputado Juan Félix Cafferata, quien trasladó su apellido al
barrio homónimo.
3. Estación Terminal Retiro del Ferrocarril
Mitre, Comisión Nacional de Museos y Monumentos y Lugares Históricos.
4. La
construcción del material rodante para este nuevo servicio estuvo a cargo de
las firmas británicas Metropolitan Carriage & wagon Co, Gloucester Carriage
& Wagon Co. Y Birmingham Railway Carriage & Wagon Co. (bastidores y
carrocerías) y British Thompson Houston (BTH) y Metropolitan Vickers (MV) el
equipamiento eléctrico.
5. Cada coche motriz contaba con un boguie
motriz y otro portante, a excepción de 28 coches que fueron equipados con doble
boguie motriz. Había también coches portantes –sin tracción– que con el tiempo
se convirtieron en “tractores” al instalársele un boguie motorizado retirado de
los de doble tracción.
6. Andrés
J. Bilstein. “Trenes eléctricos del F.C. Central Argentino”. http://portaldetrenes.com.ar/
7. Asociación
Amigos del Tranvía y Biblioteca Popular "Federico Lacroze", Thompson 502, esq.
Valle, CABA.
Consulta de datos: Los datos de este artículo fueron extraídos
del portal http://portaldetrenes.com.ar/, de los artículos publicados por Andrés J. Bilstein titulados “Trenes
eléctricos del F.C. Central Argentino”.
Imagen: Un primitivo vagón eléctrico Vickers.
La nota y la ilustración fueron tomadas del periódico "Desde Boedo", Nº 151, febrero de 2015.
La nota y la ilustración fueron tomadas del periódico "Desde Boedo", Nº 151, febrero de 2015.