(De Héctor Negro)
En el tango y la canción popular ciudadana han existido
célebres binomios autorales (compositor y letrista) que han aportado un vasto e
insuperable repertorio. Y se reconocen tan fácilmente por la perdurabilidad de
sus obras, que sólo basta mencionar sus apellidos, omitiendo sus nombres
completos. Tal es el caso de uno de los más fecundos y exitosos que nos han
dejado un caudal de obras que siempre recordamos y regresan en las voces de los
cantores y cantantes. Me refiero a Anselmo Aieta y Francisco García Jiménez,
cuyos apellidos ya son una prestigiosa “marca” de garantía de buenas canciones.
Basta mencionar algunas de sus inolvidables creaciones:
Palomita blanca, Alma en pena, Bajo Belgrano, Carnaval, Siga el corso, Suerte
loca, Mariposita, Tus besos fueron míos… Pero quiero detenerme puntualmente en
otros dos tangos que me suscitan algún comentario. El primero es Prisionero,
que presenta un tema singular en el enfoque de un ex milonguero y “farrista”,
que definitivamente ganado por su vida familiar les dice francamente a sus
viejos amigos cuál es su elección: “Sigan de largo por mi puerta, / que ya no
estoy alerta / ni espero a la barra…”. Decisión que confirma en versos
posteriores (I Bis), con esta feliz afirmación: “Sigan, mis viejos camaradas, /
sembrando carcajadas / camino adelante…/ Rían, conozco esa alegría / que pone
al otro día, / más triste que antes…”. Un soplo de aire fresco ante tanto tema
dedicado a la noche milonguera, al cabaret y sus personajes y otros de
reminiscencias malevas.
Y el segundo que no puedo omitir es otra obra de este
binomio, ésta sí poco feliz por su contenido (¡Viva la patria!), que no sé si
por la confusión del momento en que fue creada (cercano al acontecimiento),
exaltaba en sus versos, so pretexto de vivar a la patria, al golpe militar del
6 de setiembre de 1930, con la que hicieron “pisar el palito” al propio Carlos
Gardel, que interpretó tantos temas de contenido social y libertario.
Pero, al fin de cuentas, esta excepción no desluce a la
totalidad de una obra que supo llegar al corazón del pueblo, conmoverlo,
perdurar y, sobre todo, aportar a nuestro cancionero belleza poética y musical,
autenticidad y calidad indiscutible. Esa totalidad es la que nos legaron Aieta
y García Jiménez.
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Imagen: Partitura del vals "Palomita blanca" de Francisco García Jiménez y Anselmo Aieta.