El 22 de marzo de 1856 se inauguró en Buenos Aires el primer
local de una especie hasta entonces desconocida en la "gran aldea", el "Salón de
Recreo", en la entonces calle De Representantes casi Victoria (hoy Perú e
Hipólito Yrigoyen), “puerta contigua al "Club del Progreso", como decía su
propaganda. Según los testimonios, era un amplio espacio cuadrado decorado al
gusto de la época en el que ofrecían conciertos músicos locales de renombre,
como Federico Espinosa, Dalmiro Costa, Miguel Hines, etcétera, y algunos
extranjeros de gira en el país. El repertorio... la música que hoy llamamos
clásica y muchos pasajes de ópera, que los concurrentes disfrutaban cómodamente
sentados y bien provistos de café o refrescos que se adquirían en un sector del
local. Pese al éxito de público, el diario El Nacional anunciaba, el 16 de
marzo de 1858, que el Salón "va a ser cerrado en seguida (sic) por causas
ignoradas, lo sentimos pues su empresario era un activo fomentador de los
artistas noveles". Y efectivamente, el 18 del mismo mes entornó sus puertas,
pero reapareció el 14 de julio en una nueva ubicación, "Recoba (sic) Nueva
102", o sea en la actual cuadra de Hipólito Yrigoyen que va de Defensa a
Bolívar.
Este modelo comercial pronto tuvo sus imitadores: en marzo
de 1860 se inauguraba el "Salón de las Delicias" en Rivadavia 333 "frente a la 'Botica del Indio'", farmacia que ocupaba las puertas 306 al 310 y hoy
corresponderían al 1054, 56 y 58 si existiera esta manzana, demolida para la
apertura de la Avenida 9 de Julio. A las vistas diorámicas y los números
musicales diarios, este salón agregó conciertos semanales "a pedido de unas
niñas y de varios aficionados" a cargo de solistas y de una orquesta de diez
músicos, con una entrada general de diez pesos y de cinco pesos "para los
niños". Vicente Gesualdo, cuya Historia de la música en la Argentina estamos
siguiendo, cita un artículo de El Nacional del 11 de agosto de 1862, en el cual
el cronista refiere que "No podrá quejarse el pueblo por falta de diversiones
en los días festivos. Teatros, salones públicos, bailes, conciertos. "La
Victoria", " El Colón", están concurridísimos. Los Salones de Recreo y Delicias con
una concurrencia numerosa y escogida. En ellos se encuentra abrigo para
librarse de la fría temperatura, consuelo en las melodías que Loreau en uno, y
Espinosa en otro, arrancan para los afligidos y recreo en las excelentes vistas
ópticas que están expuestas".
Buenos Aires quería diversión y estos establecimientos se
multiplicaron: en 1865 se inauguró el "Salón Nacional" en Parque 271 (actual
Lavalle al 800) y el 8 de septiembre del siguiente año el "Jardín de Recreo del
Pabellón Argentino" en la calle Defensa, frente a la quinta de Lezama, que
dirigido por un matrimonio francés de apellido Cheminard ofrecía comidas y
refrescos, mientras conjuntos musicales amenizaban las tardes. Según parece, la
guerra que se estaba librando contra Paraguay no afligía a los porteños, pues
ese mismo año abren sus puertas el "Café Filarmónico" en Artes 179 (Carlos
Pellegrini 273), que ofrecía funciones musicales entre las 19 y las 24 hs., y
el "Café y Jardín de la Bella Italia" frente a la Convalecencia, lugar entonces
alejado que pronto se transformó, precisamente a causa de esa guerra, en
Hospital de Inválidos y años más tarde en el Hospital "Guillermo Rawson". En un
sitio también "fronterizo", Palermo, se establecieron el 17 de marzo de 1867
los jardines llamados Campos Elíseos, que contaban con puentes, estanques,
isletas adornadas, una glorieta circular con capacidad para 200 músicos y un
salón cubierto para bailes y conciertos.
En 1868 se produce la primera variante en la evolución de
estos establecimientos, al aparecer la denominación específica de "café cantante".
Uno de ellos, cuyo nombre no ha quedado consignado, se anunciaba así en el
diario La Tribuna del 18 de marzo de 1868: "En la calle de Cuyo 59 (Sarmiento
entre las actuales San Martín y Florida) se ha abierto recién un magnífico café
cantante, o mejor dicho un chiche de teatro, allí se encuentran las más
calificadas bebidas que existen en el país. Por la noche se escuchan las
mejores canciones por los artistas franceses que se separaron de la compañía
del señor D'Hote por faltas al compromiso contraído en Francia [...]". En
Cangallo entre Florida y San Martín, por su parte, el café "La Alhambra" contaba
con una pequeña orquesta que ejecutaba los bailes de moda y los mozos cantaban
en un improvisado proscenio, y en Corrientes 87 el café "Metropolitan Exchange" ofrecía a sus clientes "grandes conciertos todas las noches".
Pero el más importante de estos recreos fue el "Jardín La
Florida", inaugurado en 1874 en Florida y Paraguay sobre una superficie de más
de cuatro mil metros cuadrados, o sea más o menos media manzana, siendo uno sus
propietarios Adolfo Bullrich, que en 1882 quedó como único dueño. La prensa de
la época destaca sus jardines divididos en canteros, su gran pabellón, en cuyo
centro se alzaba una fuente, con asientos que daban frente al palco y el sector
lateral para servicio de restaurante. Hasta 1910, cuando fue demolido, ofreció
conciertos y variedades aunque no para todos, pues una nota de El Pueblo
Argentino del 23 de diciembre de 1879 consigna que "ha sido prohibido el
ingreso de los negros en el 'Jardín Florida'". Recordemos, ya que estamos, que
allí se realizó el histórico mitin del 1º de septiembre de 1889 en que los
descontentos con el gobierno de Miguel Juárez Celman, acaudillados por
Francisco Barroetaveña, Emilio Gouchón, Juan B. Justo, Marcelo T. de Alvear y
muchos otros fundaron la Unión Cívica de la Juventud, bajo la orientación de
Leandro Alem, Bartolomé Mitre, Aristóbulo del Valle, Vicente Fidel López,
Bernardo de Irigoyen y otros viejos tiburones.
Hemos salteado adrede, en este recuento, al "Alcázar Lyrique",
inaugurado el 14 de agosto de 1868 en Victoria 197 (actual H. Yrigoyen 811)
bajo la dirección de monsieur Cheri Labrocaire, por varias razones. Aparte de
ser el primero en ofrecer espectáculos de opereta francesa y donde se bailó el
can-can, podríamos decir que fue el primer reducto del que se adueñó la
jeunesse dorée de la época, o sea hablando en buen criollo las patotas de niños
bien que, amparados por su posición social o los cargos políticos de sus
padres, no sabían divertirse sin cometer cuanta tropelía les viniera en gana,
sabiendo que el comisario de la sección tendría vara larga con ellos... Y
generacionalmente, estos niños bien serán los padres de aquellos otros que
hacia el Centenario alborotarán las noches de "Hansen", el "Kiosquito" o el "Armenonville" aunque con suerte diversa, pues la concurrencia se había
democratizado y más de uno cayó ante algún advenedizo social –como Juan Carlos
Argerich ante Cielito Traverso– con más fuerza en los puños o mejor manejo del
cuchillo. Pero ésa es otra historia.
_____
Imagen: Un antiguo lugar de reunión y esparcimiento en la vieja Buenos Aires.
Nota y foto tomadas del periódico "Desde Boedo" (Febrero 2015).