(De Mario Tesler)
En un local de la ciudad de Buenos Aires, durante los últimos meses de 1877, Fernando Newman y Carlos Cayol estaban empeñados en efectuar experiencias de comunicación telefónica, pero con aparatos construidos por ellos mismos, es decir ensayos en la Argentina de telefonía argentina.
Recorrí en vano las noticias sobre el particular en procura de la ubicación exacta del local, asiento de esa sociedad de hecho. Por ahí aparece en algún diario el nombre de la calle pero no la numeración. Gracias a una guía comercial editada en 1879, por la fábrica de galletitas Bagley S.A., cuando era M.S. Bagley y Cía, pude constatar que el establecimiento de estos técnicos estaba ubicado en la calle de Cuyo 211.
Pero en otra sección de la misma guía aparecen técnicos también en el 209 de la misma calle. Ocurre que esta obra de información tiene varios ordenamientos, entre los cuales predominan dos, uno por calle y el otro alfabéticamente por apellido de los dueños e inquilinos de los inmuebles. En este caso las informaciones no difieren sino que se complementan, pues de ellas se deduce que por el 211 se ingresaba al local y el 209 correspondía a una entrada particular.
La "calle del Cuyo" se hallaba situada á tres cuadras al Norte de la plaza de la Victoria. Arranca del Paseo de Julio y se prolonga de E. á Oeste, quedando los números pares á la izquierda y los impares á la derecha. La calle del Cuyo o Cuyo a secas es la actual Sarmiento.
Cuando me encontré frente a este intento de telefonía argentina privada procuré reunir información sobre los hechos que Cayol y Newman iban protagonizando a partir de 1878 y su trascendencia, pero también orienté la pesquisa con sentido biográfico. Los resultados fueron dispares, el éxito coronó mi labor en cuanto a la primera cuestión pero no tuve igual fortuna en reunir datos personales sobre estos dos olvidados iniciadores de la telefonía argentina.
Sobre uno de ellos no encontré ninguna referencia entre la bibliografía especializada, del otro localicé en un diccionario biográfico muy pocos antecedentes sobre él y su núcleo familiar primario. El autor de esta obra los tomó de un libro de recuerdos publicado en 1967 por una de los descendientes. De tirada reducida y sólo para consumo familiar, logré obtener un ejemplar después de no pocas dificultades y con la colaboración de Jacabo A. de Diego. Ante la ausencia de otra fuente con la cual poder compulsar, decidí no tomar en cuenta el grueso de su aporte. Luego fui advertido sobre las inexactitudes que contenía.
En cambio opté por circunscribirme al empleo de lo obtenido entre las informaciones de aquella época y algunas pocas referencias corroboradas. De esta manera, al menos, contribuyó a explicar fehacientemente los intereses comunes que vincularon a Carlos Cayol con Fernando Newman y en que medida el medio familiar en el cual se formaron les sirvió de estímulo; teniendo en cuenta que la afición por la industria y la tecnología entonces era moneda de escasa circulación en la Argentina durante la década 1870-1880.
Carlos Cayol tenía varios hermanos, todos ellos hijos de Bartolomé Cayol y Margarita Kerkis. El padre nació en una de las islas que integran el pequeño archipiélago francés Hyéres, situado en el Mediterráneo, cerca de las costas de Var. Tuvo 9 hijos, según una fuente no confirmada, y falleció probablemente el 20 de mayo de 1877. En algunas publicaciones figura como Bartolo Cayol. De su madre se sabe que perteneció a una familia que se cuenta entre los fundadores del pueblo de San Vicente. localidad de la provincia de Buenos Aires. El casamiento de éstos se había celebrado en 1837.
Francés de nacimiento, Bartolomé Cayol se había dedicado a la herrería y ya en Buenos Aires establecíó una fábrica de cocinas de hierro. Con el objeto de remitir a la Exposición Universal de París una estadística industrial de la ciudad de Buenos Aires, en 1887 unos comisionados de la Unión Industrial Argentina confeccionaron una nómina de la principales fábricas establecidas, en la cual ocupó el primer lugar la firma E. Cayol y Cía., cuyo inició data del año 1838, y el segundo B.[artolomé] Cayol, a partir de 1844. En ambos casos se ocupaban en la fabricación de cocinas de hierro.
En cuanto a la firma E. Cayol y Cía. estaba integrada por Bartolomé Cayol, aunque por el momento no es posible afirmar cual era su rol en ella, ni su parte en el capital. Lo que sí es exacto es que debido a algunos motivos, no necesariamente enojosos, se independizó seis años después, en 1844. En su obra Historia de la industria argentina, Adolfo Dorfman ubica a esos establecimientos entre las primeras dos fábricas argentinas de las que se tenga noticias en los albores de la era industrial argentina.
A esto debo agregar que Bartolomé Cayol, el padre de Carlos, no descuidó militar en defensa de los intereses industriales del país, por lo cual participó en las primeras reuniones de la actual Unión Industrial Argentina.
Julio Cayol, uno de los hermanos mayores de Carlos, nacido en 1843, inventó un reloj marcador de tarjetas, muy bien apreciado por las autoridades del entonces Ferrocarril del Oeste; en las viejas guías comerciales de Buenos Aires suele figurar como relojero, con domicilio en la calle Parque 925, o a partir de 1878 como jefe de taller mecánico del F.C. del Oeste en la calle Gral. Lavalle 925.
De Fernando Newman encontré menos precisiones sobre él y su familia. He podido establecer que Newman o Neuman son variantes de su apellido Newman, con lo cual se afianza la posibilidad de un vínculo familiar entre el telegrafista Guillermo Neuman, de la calle Cuyo 304, A . E. Newman, gerente de Telégrafo del Río de la Plata S.A. y Alberto Newman, jefe del telégrafo a Montevideo ubicado en Ecuador sin Nº cerca de 160. En cuanto a Nervman no se trata de una variante más sino que está mal escrito.
Además de la similitud del apellido, se observa una vinculación en la actividad laboral de los tres inscriptos en el quehacer telegráfico que concuerda con la de Fernando pues se desempeñaba en el Telégrafo del Estado.
Malograda su incursión en el campo de la telefonía, la actividad posterior de Fernando Newman confirma la hipótesis de su emparentamiento familiar por lo menos con Guillermo Neuman. En la sección avisos de la guía comercial para 1886, dirigida por Edelmiro Mayer, aparece Fermando Newman instalado en el domicilio de Guillermo y ofreciendo sus servicios para la colocación de companillas eléctricas, tubos acústicos, teléfonos, para-rayos, etc. y, además la venta de gran surtido en aparatos eléctricos, alambres aislados, pilas de varios sistemas, aparatos medicales de inducción y de corrientes continua, aparatos para experimentos y demostraciones.
Para establecer cuándo y cómo se relacionaron Fernando Newman y Carlos Cayol es de utilidad tener en cuenta que ambos estaban vinculados con la telegrafía; ya en 1876, el 12 de julio, la Jefatura de Policía de Buenos Aires celebró un convenio con ambos para la inspección de las líneas telegráficas una vez por semana, compromiso dejado sin efecto por escasez de recursos presupuestarios.
Antes vemos al pionero industrial-fabricante de cocinas de hierro Bartolomé Cayol, padre de Carlos Cayol, y a Fernando Newman en la primera asamblea del Club Industrial Argentino, celebrada el 12 de octubre de 1875 en el local de la Sociéte l´Unión, Belgrano 483. Cabe agregar que en 1887, entre los socios fundadores de la Unión Industrial Argentina vuelve a figurar Fernando Newman, aunque en el acta se lo registra con una modificación de su apellido pues aparece como Fernando Nervman, según la trascripción textual efectuada por Américo R. Guerrero en su libro La industria argentina, su origen, organización y desarrollo.
De cuanto he revisado no encontré elemento que permita determinar, con más o menos precisión, cuándo comenzaron Cayol y Newman a interiorizarse sobre la telefonía. Pero teniendo en cuenta que ambos pertenecían a familias europeas inmigrantes y que por lo menos Carlos Cayol había realizado un curso técnico especial en Alemania, no es aventurado creer que las noticias periodísticas y especializadas sobre el teléfono, a partir de la patente solicitada por Alexander Graham Bell, no les fueron extrañas ni demoraron en llegar a conocimiento de ellos.
Si en febrero de 1878 ya se difundieron los ensayos de Cayol y Newman, con aparatos construidos por ellos, la actividad debió comenzar en el curso de 1877, para lo cual necesitaron del conocimiento teórico.
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Foto: Antiguo aparato telefónico.