(De Luis León)
Cuando los sefaradíes llegaban a Buenos
Aires desde distintas partes del Imperio Otomano,
el primer sitio conocido eran las inmediaciones de la calle 25 de Mayo.
Enclavada en “el bajo”, parte vieja de la ciudad, era frecuentada por marineros
en busca de alojamiento o diversión. Debido a su proximidad con el puerto, allí
habitaban en pocas manzanas, numerosas familias sefaradíes que hicieron de ese
sector de la ciudad, su propia “djudría”.
LAS VIVIENDAS
“Se vivía en grandes casas de múltiples
habitaciones, los tradicionales conventillos, y en cada una había una familia.
Nosotros alquilábamos dos piezas que daban a patios, la de adelante, mi padre
la convirtió en local, y en la otra vivíamos todos juntos, ellos y nosotros,
los cinco hermanos. Recién cuando progresó, nos mudamos a una casa más amplia,
separada de su local, donde le iba muy bien.” (*)
En
esa parte del barrio vivían no sólo sefaradíes, también otros inmigrantes, de
los cuales algunos se destacaron. Por ejemplo
la familia Aleman, dos de cuyos hijos fueron ministros de economía, “compartieron el
conventillo con nosotros. Su madre los esperaba al venir del colegio para que
no cruzaran solos la calle Reconquista. También Onassis, que se había hecho
amigo de mi padre y vivía por allí. Papá acostumbraba tomar café en un bar muy humilde
de la bajada de Viamonte donde lo atendía un mozo que apodaban “el griego”, que
no era otro que el luego famosísimo multimillonario. Un día le regaló un
barquito de marfil. “El griego” contaba que iba y venía a Montevideo en bote
todas las semanas haciendo negocios que nadie conocía.”(*)
EL PROGRESO ECONÓMICO
Al
progresar económicamente, los djidiós permanecían en el barrio, buscando
viviendas grandes y de construcción más confortable para la familia. En los
conventillos, algunos edificios hacían a la vez de negocio, para abastecer a la
gente del barrio o para proveer a los vendedores ambulantes. Había una casa
donde todas las habitaciones, como conformando una primitiva galería, servían
de depósito de mercaderías de un djidió(**). “A mi padre le fue muy bien económicamente.
Viajaba frecuentemente a Francia en barcos de lujo para importar mercadería para
su negocio. Durante ese tiempo mi madre se hacía cargo del local.
El era muy generoso y acostumbraba a ayudar a los necesitados, tenía la costumbre de llenar con monedas durante la semana un recipiente de estaño que llamábamos “chanaca” (1). Cuando llegaba el sábado, comenzaban a desfilar los menesterosos para llevarse una moneda de “un cobre” (2), nunca se abusaban tomando de más”. (*)
El era muy generoso y acostumbraba a ayudar a los necesitados, tenía la costumbre de llenar con monedas durante la semana un recipiente de estaño que llamábamos “chanaca” (1). Cuando llegaba el sábado, comenzaban a desfilar los menesterosos para llevarse una moneda de “un cobre” (2), nunca se abusaban tomando de más”. (*)
Pero la mayoría era humilde, como una mujer
que era admirada por los dulces típicos que hacía y solía convidar a los vecinos
del conventillo. Cierto día, decidió comprar una “chanaca” enlosada que estaba
de oferta en el bazar, para reemplazar una olla que se le había roto, y usarla
con fines reposteros. Cuando los dulces estuvieron hechos, fue a convidar a sus
vecinas, pero todas le dijeron “no gracias”.
Muchos de aquellos inmigrantes eran
analfabetos, lo cual no los limitaba para desempeñarse inteligentemente en sus
negocios y buscar instruir a sus hijos.
“
Mi padre un día en Izmir, se encontró con un conocido que le dijo que lo
buscaban para que fuera a hacer l´askierlik,
el servicio militar obligatorio en Turquía, muy temido por lo prolongado y
riesgoso. Sin dudarlo, pidió que avisara a su madre, y sin regresar a tomar
siquiera un poco de ropa se subió al primer barco que estaba en el puerto,
ignorando a dónde lo llevaría. Así llegó a Buenos Aires, allá por 1902 o
1903...” “...Trabajó muy fuerte y le fue muy bien. Cerca de casa estaba el
Colegio José Manuel Estrada, cuyo director el Dr. Armando, iba todos los días al
negocio de mi padre para aconsejarle que aprendiera a escribir, aunque él y mi
madre rehusaban a hacer el esfuerzo diciéndole ¿para qué sirve?,¡no
kero!...pero con esfuerzo, logró que aprendieran a escribir sus nombres y
firmar.”(*)
“En cambio, todos nosotros estudiamos. Mis
hermanos fueron al colegio Carlos Pellegrini y al Buenos Aires, mi padre los
obligaba, y uno de ellos por pedido de mi madre se recibió de médico y puso el
consultorio en la habitación de adelante de nuestra casa de la calle Entre Ríos
177. Las hermanas fuimos al Colegio Gral. San Martín allá cerca, en la calle del
mismo nombre.
Era exclusivo para mujeres, aunque hasta
tercer grado era mixto. Allá cursaron los primeros grados Perón y Frondizi. (3)
(*).
Un
día fundaron el Club Social Israelita, en una vieja casona de Reconquista y
Viamonte donde hoy está la sede del rectorado de la Universidad de Buenos
Aires. En un principio le propusieron a mi padre que fuera presidente, pero
luego lo nombraron a Alberto Danón, quien era considerado un hombre de cierta
cultura, a él lo pusieron como tesorero, ya que había donado plata. Todas las
vísperas del 25 de Mayo y 9 de Julio, las fiestas patrias, hacían una reunión
especial donde el presidente hacía un discurso alusivo. Pero era sabido que más
allá de su “saber” desconocía la historia y los próceres del país, por lo cual
comenzaba a mezclar a Belgrano con Sarmiento y San Martín. Los concurrentes que
sabían menos que él, se impacientaban y le gritaban “curto hazeló.., curto
hazeló” (4) y el disertante les respondía “he dicho” y se sentaba”.(*)
El
barrio carecía de sinagoga, aunque fueron contribuyentes fuertes en la compra
del terreno donde se erigió la de Camargo, de
los sefaradíes de Esmirna, del barrio de Villa Crespo.
“Funcionaba en una gran habitación donde
un jajám que hacía los oficios de sacerdote coordinaba las ceremonias, y para las
fiestas no faltaba la gran mesa donde se decía ”todo el ke tiene ambre ke venga
i coma” y se recibía a quienes no tenían para celebrar en las fiestas”.
Se
solían visitar entre familias con mucha frecuencia, la comunidad en general
vivía con buen ánimo. Algunos hombres en verano se juntaban para ir, a veces
todos los días, a la costanera Sur y ver los espectáculos de cantantes españolas
que ofrecían algunas confiterías de esa época para la temporada de verano.
Había dos cafés visitados con habitualidad por
los sefaradíes, el más conocido fue el de Buchuk. Antes de esa época,” no recuerdo
el nombre del dueño, una buenísima persona, que regenteaba un bar donde iban
los sefaradíes. Tenía un gran horno de panadería y aceptaba cocinar comidas que
mi madre preparaba, porque la mayoría no tenía horno en su casa. Cierto día
decidió animar las veladas contratando una bailarina turca llamada Madame
Blanche. Les tomó el meoio (5) a los hombres, y cuando se hablaba de ella en
casa, nos sacaban de la pieza. Un día decidí conocerla, fui a la panadería a
buscar unas pitas que mi mamá había dejado para cocinar y cuando el dueño me
preguntó qué quería, le dije que en principio conocer a Madame Blanche. Me miró
de reojo y me sacó del local diciendo que el llevaría personalmente las pitas cuando
estuvieran cocinadas.”(*)
Los alrededores del “bajo” en la calle 25
de Mayo de Buenos Aires, como dije al principio, fue el puente para los recién
llegados. Allí paraban las primeras noches hasta poderse ubicar, trasladándose
a menudo a los conventillos del otro barrio judío: Villa Crespo, o bien tentar
suerte en ciudades del interior. La gente de acá se consideraba un tanto
“superior” según testimonios, ya que fueron de los primeros en llegar con el
siglo XX. A medida que se fue formando la comunidad de Villa Crespo también con
mayoría de inmigrantes de Izmir, y más tarde la del barrio de Flores, los de 25
de Mayo los asistían en todo lo necesario, pero eso mismo y su antigüedad, los
hizo considerarse en cierta medida una aristocracia en la comunidad.
______
Notas:
(*) Testimonio brindado por la señora Arouj de
Bembasat.
(**) Testimonio de Isaac “Chuny” Emanuel.
(1) bacinilla (en djudesmo).
(2)Monedas de 1 y 2 centavos de la época,
acuñadas en cobre.
(3)Ambos, fueron presidentes de la Nación.
(4)“Hacelo corto, hacelo corto”
(expresión en djudesmo).
(5) Les tomó la cabeza. Los mareó (del
djudesmo).
Ilustración: Logotipo del Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefardí de Buenos Aires.
Nota tomada de la revista “SEFARAires,” Nº
24, abril, 2004