(De Edelmiro Speranza)
La presente nota
demuestra cómo tres pintores más tres pocillos de café, una mesa de bar y las
sillas como polo Nº 1 y un barrio que trasciende a toda una gran ciudad como
polo Nº 2, pudieron llegar a generar un sistema comunicacional que, durante más
de doce años, llegará a agrupar a las grandes figuras de la plástica argentina.
A principios de 1953,
tres amigos, jóvenes pintores, comienzan a hacer de una simple charla de café,
la estructura de lo que muy pronto llegará a ser uno de los pilares del
movimiento de artistas plásticos en la ciudad de Buenos Aires, que es un poco
decir: el país entero.
Es en la esquina de
Labardén y Patagones, pleno Parque de los Patricios, bar de Luis A.
Ísola, Paulino Onorati, José Rombola y Héctor Fernández. Los pintores, como
tantos parroquianos, alternando entre los discutidos goles del último partido
futbolero, teorías de Picasso y Mondrián, las formas, luz y color en la nueva
corriente que arrancan los informalistas o el “tachismo” de Juan del Prete –que
ya escandalizaba señoras gordas– en las galerías de arte de Florida.
Y he aquí un hecho
importante. Como exponer en las galerías de Florida es costoso, no hay dinero,
y hay deseos de trasmitir, se discute de procedimientos y… sigue el truco y
las añoranzas de los goles de Onzari con las opiniones sobre arte entre
Justiniano García, Francisco López Boudón y Juan Laurido (los tres pintores de
mentas) y algunos más que alternativamente se van acercando al bar.
Una noche –junio 1953–,
deciden comentar con los propietarios del local la necesidad de colgar sus
obras y los convencen para hacerlo en las paredes. Ante el asombro de los
proponentes la respuesta es rápida y rotundamente afirmativa. Y es así como se
da a la luz una de las experiencias más interesantes en materia artística.
El 8 de julio se inaugura
la primera exposición de la ya denominada organización artística con el nombre
consecuente con su gente, su modo de vida, su forma de ser, se llama: “Bohemia,
Agrupación de Arte”.
La muestra cuenta con 34
autores, muchos de los cuales ven, con emoción, colgadas por primera vez sus
obras y sometidas al juicio del público. El éxito no tiene precedentes, el
barrio responde con todo, la trascendencia supera a todo lo previsible.
Pero con una exposición
no se hubiera ni remotamente satisfecho el espíritu que motivó la creación del
organismo aun cuando pudiera existir la satisfacción de haber gestado por vez
primera la realización de tomar un bar de barrio como galería de arte. Existía
conciencia general de que además de las exposiciones, Bohemia puede y tiene que
hacer algo más contundente, e inmediatamente se comienza a esquematizar la
estructura de la Agrupación
con más vuelo.
Las exposiciones se
suceden. Se efectúan en forma alternada “colectivas” y “de conjunto” –estas
últimas formadas por un invitado de honor y cinco pintores que lo acompañan–.
Para dar una idea de la importancia de las muestras del primer año de
actuación, basta señalar que colgaron obras pintores de la talla de Alfredo
Guido, Enrique de Larrañaga y Lino Enea Spilimbergo como invitados, a quienes
acompañaron Antonio Geraci, Héctor Tessarolo, López Boudón, Francisco Reyes,
Enrique Gaimari, etcétera.
Bohemia inaugura las
muestras “tout petit” (obras, exclusivamente, de pequeño formato), que serán el
tipo característico que las definirá, salvo excepciones, a lo largo de toda su
trayectoria.
Cumplidores con la
determinación de la primera exposición, el 6 de diciembre efectuaban el primer
“concurso de manchas” –elemento fundamental para dar vitalidad a cualquier
agrupación de artistas plásticos–. Intervienen 96 participantes entre artistas y
estudiantes. Nuestro barrio los acoge y vive con ellos la emoción festiva de
ver sus veredas convertidas en apoyo de
caballetes, cajas de pintura, pomos y pinceles estableciéndose el diálogo
pintores-cuadro-barrio. Estas obras no son expuestas en el bar –quizás por la cantidad de las
mismas–, pero gracias a la gentileza del señor Tomás A. Ducó, el club Huracán
sirve de marco a la muestra del primer concurso de manchas de Bohemia.
En el bar siguen las
reuniones y ya, a esa altura de los acontecimientos, la comunicación
barrio-Bohemia es un hecho real porque ambos hablan un mismo idioma.
Bohemia absorbe vecinos con inquietudes,
les expone sus obras y recibe a jóvenes principiantes a los que el señor
Antonio Geraci inicia en un curso de perspectiva.
Pero el hecho realmente
revolucionario, en el primer año de vida, lo significó la noche del 16 de enero
de 1954, cuando las calles de Parque de los Patricios se vieron invadidas por
pintores que farol en mano se disponían a plasmar la noche porteña. Se trataba
del primer concurso (mundial tal vez) de manchas nocturno. Intervinieron 141
participantes. El jurado seleccionó 34 después de ardua tarea. Como muestra, si
en el diurno se otorgaron premios a Mateo Mollo, Jorge Sotrel e Inocencio
Muñoz, en el nocturno a Teresio Fara, David Heineman y León Martínez. En ambos
casos citamos solamente los primeros premios.
TRASCENDENCIA
Bohemia ya es un sistema
que funciona cuando el 8 de julio de 1954 se efectúa en el bar la exposición
“Primer Aniversario”. Se hace una reseña de lo actuado; se aprovecha para
agradecer la colaboración de todos los medios de difusión que posibilitaron
esta integración; a los pintores que dignificaron las muestras, pero sobre
todo, al barrio que les había brindado tanto apoyo, señalándose, en la
oportunidad, la colaboración de todo tipo recibida por los vecinos J.
Roncoroni, A. Osquiguil y J. Rossi, que
junto a otros parroquianos del bar contribuyeron a hacer posibles las
metas que se habían fijado.
Las intenciones de
superación anunciadas en la exposición “Primer Aniversario” habrán de ser el
norte que en definitiva se fijará para Bohemia.
El punto clave lo
constituye la necesidad de un local propio para erigir la escuela a través de
la cual se pueda dictar clases de dibujo, pintura, modelado, estética y demás
disciplinas a los habitantes del barrio, en especial jóvenes y niños por ser
esta necesidad sentida ante el interés demostrado por la pintura, mediante el
decidido apoyo brindado a los concursos de manchas infantiles. En el primero de
ellos, 17 diciembre 1955, se presentaron 123 trabajos y se otorgaron 20
premios, uno de los cuales fue el instituido por la revista “¡Aquí, Boedo!” que mencionamos para demostrar que Bohemia ya había trascendido los límites de
Capital Federal, pues el premio fue otorgado a los envíos del Ateneo de la Juventud de Lincoln,
provincia de Buenos Aires. El acto de inauguración de la muestra, en este
certamen, fue abierto por el escritor Francisco Mazza Leiva, que se refirió a
la “Influencia de la pintura en la formación estética del niño”.
Las muestras
subsiguientes mantuvieron el nivel. Cada una de ellas fue presentada por un
charlista, escritor o un plástico. Entre otros muchos: Juan Gil Ferreyra Basso,
que llevó a algunas de las muestras su particular manera de ver “el otro lado
de las cosas”.
Bohemia siguió creciendo
y entre las figuras que la corporizaron aparecen nombres ya galardonados con
premios en salones municipales, provinciales y nacionales, llegando en función
de su importancia a hacerse acreedora la Agrupación Bohemia
al derecho de enviar representantes a jurados en todo tipo de salones,
culminando con el Nacional de Bellas Artes.
Pero la búsqueda del
local propio será una de las preocupaciones fundamentales y la única intención
que se arrastrará hasta la disolución sin lograr el objetivo, pudiendo decirse
que ese fue quizás el motivo principal de la desaparición.
Sobre las mesas
trasnochadas del bar quedó demorada la trayectoria de Bohemia.
En 1956, de Labardén y
Patagones hicieron una fugaz visita al “Sandrín” de la avenidas Caseros, de
donde debieron mudarse a poco de llegar, al club “Bristol”, desde donde deben
emigrar para volver, al estaño, ahora, del bar de Patagones 2902 (y Zavaleta).
¡Mucho deambular pero siempre en el barrio!
Se iniciaron trámites
para obtener un local de la Municipalidad en el
centro del Parque de los Patricios sin que el éxito coronara la gestión.
Durante doce años de
labor se presentaron más de medio centenar de muestras con puntos culminantes en
la exhibición del décimo aniversario en la Galería Velázquez ,
en 1963, o en el homenaje póstumo a Francisco López Boudón en la Galería Nice en diciembre de
1967 (última exposición efectuada).
El compromiso asumido por
los fundadores y sus consecuentes seguidores, como producto de las fuertes
intenciones autoimpuestas y la trayectoria cumplida, demuestran que sin
fronteras de edad ni grado de intelectualismo y bastando sólo una serie de
intenciones y voluntades artísticas más un público ávido de recibir y dar, y con
el manejo de un lenguaje conciso, con claridad que pueda llegar al pueblo sin
ataduras ni modismos que lo invaliden, existe el arte como sistema y que éste
realmente funciona.(1)
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Nota:
(1) El título original
del presente trabajo es “Un movimiento artístico y el barrio”.
Imagen: Emblema de
“Bohemia Agrupación de Arte”.
La nota fue tomada del
cuadernillo Nº 5 del Ateneo de Estudios Históricos Parque de los Patricios,
octubre de l971.