5 abr 2014

¿Qué es un barrio?



(De Jorge Luchetti)

Si bien sabemos conceptualmente lo que significa, hay veces que la ordenación de un vecindario y las circunstancias en que se generó, como sucede en Coghlan, nos obligan a hacer un análisis más profundo de su origen. ¿Simplemente se conformó de manera administrativa o tiene una identidad y sentido de pertenencia que lo avalan como tal?

Cuando hablamos del urbanismo de Buenos Aires, indefectiblemente nos debemos referir a sus barrios como ámbito generador de la propia ciudad. La palabra barrio la usamos de forma habitual, incluso forma parte del título de nuestro periódico con la finalidad de identificar sus alcances, como nos dice su director Marcelo Benini. “Cuando buscábamos un nombre para el periódico siempre pensé que debía ser concreto y poco pretencioso. Así como los grandes diarios del mundo aluden a unidades geográficas de diferentes medidas (El Universal, El Mundo, La República, El País, La Nación), me pareció que El Barrio representaba -mejor que cualquier otro título posible- el concepto editorial que buscábamos definir. De alguna manera, nos impusimos un límite temático y jurisdiccional, que le proporcionara a nuestros lectores un claro sentido de pertenencia. Creo que, en ese sentido, nuestra marca fue una pegada”, reflexiona Benini.
Ahora bien, más allá de saber qué queremos decir cuando nos referimos a un barrio, debemos preguntarnos ¿de qué hablamos cuando hablamos de barrio? Sepamos que no existe una definición puntual y específica que comprenda el concepto total de barrio. George Galster, analista urbano, hace una comparación interesante para entender lo difícil que se hace definir el significado del barrio y nos dice: “Los científicos urbanos han tratado al barrio como los jueces han venido tratando a la pornografía: como un término difícil de precisar. Todos saben qué es eso cuando lo ven, pero no pueden dar una definición precisa”.
Si vamos a una de las definiciones más comunes de barrio, que generalmente aparece en alguna enciclopedia o algún compendio de urbanismo, encontraremos que un barrio, es una subdivisión que se fija dentro de una ciudad o pueblo, la cual tiene una identidad propia con sentido de pertenencia. Pero el análisis de su función es mucho más extenso que esta corta frase. Un barrio debe establecerse como un elemento trascendental de políticas urbanas, el cual deberá actuar como ámbito de cobijo para esa comunidad barrial. Además, su identificación como tal debe ir en beneficio de la vida del ciudadano. Como dijimos, no hay una tesis estricta referente a qué es o qué hace que un lugar se transforme en barrio.
Sabemos que un barrio se pudo haber gestado por una decisión administrativa, por sus condiciones geográficas, por el devenir histórico o por el impulso del desarrollo inmobiliario. El sentido de pertenencia barrial, como así también la identidad que adquiere el vecino con el lugar, forjan una diferencia con respecto a aquellos que pertenecen a otro barrio. Basta ver la rivalidad que se va gestando entre los diferentes clubes de barrio, que en ocasiones llega a provocar una enemistad desmedida.
En algunos países la idea de barrio se la relaciona con poblaciones carenciadas, o sea se la compara con lo que aquí conocemos como villas miserias. A diferencia de esto, en nuestro país se incluye al barrio dentro de todos los escalafones sociales. La palabra barrio está democratizada, ya que si bien a veces no se cumplen ciertas pautas los derechos y obligaciones son iguales tanto para Recoleta, San Telmo o Villa Riachuelo.

Otro tema trascendental es su delimitación, a través de parámetros que permitan identificar a qué lugar pertenecemos. La científica social Dooren Massey, hablando del lugar y del espacio, hace una reseña para poder plantear irrefutables criterios de delimitación que no impliquen una barrera, una frontera entre un “ellos” y un “nosotros”, entre un “dentro” y un “afuera”. En definitiva, la idea de límites marca su propia identidad, pero a la vez no debe estar desconectado con la ciudad en su conjunto. O sea, no puede ser que un barrio viva aislado del contexto de la ciudad, como pasa por ejemplo con Puerto Madero.
¿Dónde empieza y termina un barrio? El problema de la delimitación a veces se torna conflictivo, ya que aparece en ocasiones como un capricho. En este artículo analizaremos lo que sucedió en Coghlan, donde se mezclan los límites reales con algunas fronteras virtuales que producen confusión hasta en los propios vecinos.

COGHLAN Y LA IDENTIDAD BARRIAL
Sabemos que el 1 de febrero de 1891 se fundó la Estación Coghlan, pero debieron pasar varias décadas para que el lugar adquiriera la categoría de barrio. Es que, como ya hemos mencionado en distintas oportunidades, a partir de la propia estación se fue generando este nuevo lugar, aunque necesitó un largo tiempo para saber hasta dónde llegaban sus límites, para que de alguna forma pudiéramos afirmar que Coghlan era realmente un barrio.
En 1968 comenzó el proceso de identificar a este lugar como barrio y fue en 1972 cuando se dictó una ordenanza municipal que le daba esa categoría, determinando a su vez sus límites. A saber, van desde las vías del ex Ferrocarril Gral. Mitre del ramal Mitre, siguiendo por Núñez, Zapiola, Franklin Roosevelt, Av. Dr. Ricardo Balbín, Av. Monroe, vías del ex Ferrocarril Mitre, ramal Suárez, Estomba, Franklin Roosevelt, Tronador, Av. Congreso, San Francisco de Asís y Quesada hasta su intersección nuevamente con vías del ex Ferrocarril Gral. Mitre, del ramal homónimo.
Este pequeño paraíso urbano sigue dando batalla para crecer con armonía y fortalecer su identidad barrial, la cual queda especificada a través de sus hitos urbanos, arquitectónicos y culturales. En alguna oportunidad nos hemos referido a esa identidad, que a menudo se ve avasallada por los cuatro gigantes que rodean a Coghlan: Saavedra, Núñez, Villa Urquiza y Belgrano R; este último es quien sigue influyendo en los valores identitarios del barrio. Por ejemplo, en el rubro inmobiliario es común ver avisos que titulan “vendo o alquilo casa en Belgrano-Coghlan”. Además, algunos emprendimientos parecen olvidar su nombre. La zona donde se encuentra la vieja Villa Roccatagliata es conocida comercialmente como Altos de Belgrano. Si bien sabemos que es una cuestión de marketing, ya que el nombre de Belgrano vende, esto a su vez crea un desconocimiento mayor: incluso ayuda a que los propios porteños desconozcan dónde queda ese lugar llamado Coghlan.
Para que el nombre de Coghlan deje de ser anónimo para muchos se necesita una promoción que estampe sus referentes culturales más destacados y los beneficios que el lugar brinda al vecino. En una de estas promociones inmobiliarias figuraba el siguiente eslogan: “Coghlan, un nuevo lugar de moda en Buenos Aires”. Si bien hay una hermandad con Belgrano -debemos tener en cuenta que, hasta no hace mucho tiempo, un sector de Coghlan pertenecía jurisdiccionalmente a Belgrano- tanto en la parte arquitectónica como cultural existen otros componentes que distinguen al barrio como un lugar distinto. Entre ellos su forma de isla, que se generó a través de las vías, la estación y el hospital, que lo encierran de tal forma que se hace difícil desandarlo.
 Si bien los límites son algo absolutamente burocrático, a la vez representan la mejor forma de preservar la identidad de un lugar y permiten saber cuál es el adentro y el afuera. O sea el pertenecer aquí o allá, evitando cambios sustanciales que puedan hacer perder el costumbrismo típico coghlense.

LUGARES Y EDIFICIOS IDENTITARIOS
Hablar de la identidad coghlense significa sin dudas hablar del ferrocarril, de la estación de tren, del puente peatonal construido en Glasgow (el símbolo barrial por antonomasia, de ahí que figure en el escudo), de la Biblioteca Bartolomé Mitre dentro de la propia estación, del edificio de la vieja usina (aún en ruinas y a la espera de una nueva actividad), de la torre de ventilación de Quesada y Congreso (conocida como el Obelisco de Coghlan), de la Escuela Félix de Azara y del Hospital Pirovano, muchas veces confundido como hospital del barrio de Belgrano, sin dejar de lado la Villa Roccatagliata.
Pero Coghlan es más que eso: es también el conjunto de casas amarillas de la calle Washington (una tipología distinta del común de las viviendas del lugar) y el grupo de casas inglesas en derredor a la estación, que son “estas cosas de ladrillo y tejas viejas”, como las llaman quienes poco les importa conservar un pasado que vale la pena. Así también es la ex Fábrica Nestlé, hoy transformada en modernos loft, un edificio que guarda la estructura original de carácter fabril dada por sus chimeneas. Coghlan hoy se abre a una joven generación de vecinos, que vienen a vivir en una nueva arquitectura que responde a una tipología que funciona de forma similar a la de los viejos PH.
Durante años Coghlan no tuvo plazas ni parques, componentes urbanos que dan identidad a un lugar, pero en estas dos décadas pasadas se crearon el parque de la estación y la pequeña plaza que ocupa el frente del supermercado ubicado sobre la avenida Congreso. Tampoco tuvo iglesia en sus comienzos, algo indispensable para identificar un barrio; cuando era necesario se usaba la pequeña capilla del hospital para celebrar misas o algún casamiento. Recién a mediados de los años 30 se inauguró la Parroquia Santa María de los Angeles.
Hace poco tiempo se inauguró el primer museo coghlense, hoy conocido como la “Casa de Ana Frank”, ubicado en Superí 2647, indispensable para la cultura de un lugar. También hacen a esa identidad de la que tanto hablamos los vecinos destacados que pasaron por el barrio, entre los que figuran el afamado pintor Lino Enea Spilimbergo (quien habitó su casa-taller de Tamborini 3818), el poeta Julián Centeya, la artista plástica Anikó Szabó, el músico y profesor Athos Palma y otros tantos personajes que dejaron su huella en el lugar. Sin duda, esto es una muestra de cómo día a día Coghlan sigue forjando su identidad, esa que lo hace indiscutible como barrio.

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Imagen: Antiguo bebedero en la estación Coghlan (Foto rubderoliv).
Nota tomada del periódico "El Barrio".