(De Haydée Breslav)
La muerte lo sorprendió a Jorge Newbery el 1º de marzo de 1914 en un accidente aéreo ocurrido en la localidad de Los Tamarindos, de la provincia de Mendoza. Precursor de nuestra aviación civil, creador de la militar y defensor de los intereses nacionales, varios tangos fueron compuestos en su homenaje.
Nacido el 27 de mayo de 1875 en Buenos
Aires, en la calle Florida 251, Jorge Newbery realizó sus estudios
universitarios en los Estados Unidos, el país de su padre, donde tuvo entre sus
maestros a Thomas Alva Edison y se recibió de ingeniero electricista.
Es sabido que “el intrépido gran señor”,
como lo llamó el general Mosconi, cumplió históricas hazañas aéreas: la
primera, el cruce del Río de la
Plata en globo, que realizó con Aarón de Anchorena a bordo
del “Pampero”. Voló después en el “Patriota”, en cuya segunda ascensión lo
acompañó Alfredo Palacios, en lo que fue el inicio de una estrecha amistad; en
un tercer globo, llamado “Huracán”, llegó hasta Brasil, marcando el cuarto
récord mundial de tiempo de suspensión y el sexto de distancia recorrida. Y en
el “Buenos Aires” batió el récord sudamericano de altura al ascender por sobre
los 5.100 metros .
No se conoce tanto su preocupación por el
desarrollo científico, industrial y energético, el cual le inspiró varios
artículos que fueron publicados por la Sociedad Científica
Argentina, en los que puso de manifiesto su pensamiento laicista, ni su
desempeño al frente de la
Dirección de Alumbrado de la Municipalidad de
Buenos Aires, desde donde municipalizó los servicios eléctricos de la ciudad,
ni del libro “El petróleo”, que en 1910 escribió junto con Justino
Thierry, en el que propiciaba que, para proteger a la zona petrolífera de
Comodoro Rivadavia de las multinacionales, se la declarara territorio nacional.
Decidido a volar en aparatos más pesados
que el aire, en 1912 cruzó en avión el Río de la Plata y en 1914 alcanzó con
su monoplano los 6.225
metros de altura superando el récord mundial. Se había
propuesto cruzar la cordillera de Los Andes y con ese objetivo se trasladó a
Mendoza donde, ante unas jóvenes que querían verlo volar y a pesar de que otros
aviadores, entre ellos Teodoro Fels, intentaron disuadirlo, inició una
exhibición que sería la última.
JORGE NEWBERY, TANGO Y POESÍA
Cuentan que a principios del siglo pasado
no era aconsejable transitar por las veredas de Buenos Aires (y de muchas
localidades suburbanas) entre la caída de la tarde y bien entrada la mañana,
porque en ese lapso barras de compadritos solían instalarse en las esquinas,
desde donde agredían a los transeúntes: a las mujeres de palabra, dedicándoles
expresiones soeces, y a empujones y golpes, si se daba la ocasión, a los
hombres.
Quiere la tradición que cierta vez la
patota que había sentado sus reales en Corrientes y Esmeralda quiso burlarse de
un elegante joven, pero las pullas cesaron cuando quienes las proferían dieron
con sus huesos en el suelo: Jorge Newbery, que no otro era el joven, los había
noqueado. El boxeo, de práctica incipiente entonces en Buenos Aires, era uno de
los muchos deportes en que sobresalía. El episodio quedó inmortalizado por
Celedonio Flores en los versos iniciales del tango “Corrientes y Esmeralda”,
con música de Francisco Pracánico: “Amainaron guapos junto a tus ochavas /
cuando un cajetilla los calzó de cross”.
No es este el único nexo de Newbery con el
tango: varios autores del género le dedicaron sus creaciones. Se mencionan,
entre otros, los tangos “Jorge Newbery”, de
Aquiles Domingo Barbieri; “Newbery”, de Luciano Ríos; “Un recuerdo
a Newbery”, de José
Arturo Severino;
“De pura cepa”, de
Roberto Firpo; “Prendete del
aeroplano”, de José
Ezcurra, y los dos titulados “El Pampero” como
el globo aerostático en el que Jorge Newbery navegó varias veces y a cuyo bordo
encontró la muerte su hermano Eduardo: uno pertenece a José De Caro y el otro a
Luis San Martino; también se nombra al vals de Eduardo Arolas “Tu sueño”.
En ese sentido, uno de los homenajes más
entrañables fue el que le dedicaron Gardel y Razzano en el primer aniversario
de su muerte, con un estilo que titularon “A la memoria de Jorge Newbery” y
no llegaron a grabar, y de cuya letra transcribimos la primera décima: “En un
abrazo inmortal / la guitarra y el poeta / sollozan por el atleta / de la Aviación Nacional...
/ ¡Newbery, el cóndor genial / que fue en sublime locura / a seis mil metros de
altura / rompiendo brumas ignotas, / cayó con las alas rotas / en la negra
sepultura!”.
Según contó Razzano, Newbery fue uno de
los más entusiastas admiradores del dúo que aquel conformaba con Gardel, cuyas
actuaciones solía presenciar en el elegante local nocturno Armenonville, donde
tocaban además Firpo y Arolas, integrando un cuarteto típico que completaban
Tito Roccatagliata y Lorenzo Thompson.
En un interesante trabajo, Miguel
Alejandro Sánchez Peña traza un paralelo entre Gardel y Newbery en el que
encuentra, entre muchas otras similitudes, que “los dos fueron ídolos de Buenos
Aires” y que “los dos sedujeron a la multitud”. Por nuestra parte, agregamos
que los dos cayeron en accidentes de aviación (obviedad trágica, pero obviedad
al fin) y que los dos fueron homenajeados por poetas. Así, Raúl González Tuñón
escribió, en “Muerte y
entierro de Gardel”: “Cuando muere un cantor suele nacer un sueño /
y en algún mar distante se desploma un albatros”.
Y Belisario Roldán, en la oración fúnebre
que pronunció en las exequias de Newbery en la Recoleta , expresó, entre
otros, estos conceptos: “Ha caído esta gloria, toda nuestra; ha caído el héroe
de la sonrisa eterna, ha caído con el ala rota, como el ave fastuosa de la
leyenda antigua”.
Ahora reposan los dos –Newbery y Gardel–
en la Chacarita ,
donde el pueblo les construyó sendos monumentos. En 1937, en oportunidad de dar
sepultura definitiva a Newbery, Alfredo Palacios dijo, ante una multitud: “[…]
Y eso que él ejecutó, en una escala tan grande, no lo hizo sólo para sí mismo,
sino para todo el país. Lo dominaba el afán de ensanchar los límites del hombre
y lo consiguió espléndidamente. Dilató nuestros dominios en el aire y en la
atención y el respeto de las gentes”.
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Imagen: Monumento a Jorge Newbery en el cementerio de la Chacarita, obra de Hernán Cullen Ayerza; atrás y a la izquierda, la bóveda que guarda los resto del aviador (Foto tomada de http://www.arcondebuenosaires.com.ar ).
Nota tomada del periódico
barrial “Tras Cartón”, marzo de 2014.