20 nov 2011

Calle Florida, caótica y eterna


 (De Verónica Camaño)

Hace doscientos años Florida era la primera y única calle empedrada de Buenos Aires.  No había casi nada alrededor.  Salvo su propósito: lo más importante era que su recorrido culminara en la plaza de los toros de la ciudad donde hoy está el Monumento al General San Martín y a los Ejércitos de la Independencia.  El tiempo convirtió a ese sendero en una calle comercial que supo reinventarse a lo largo de los años.
Pasó del esplendor y el glamour de la primera mitad del siglo XX a la peatonal caótica que es hoy, sin dejar de ser una gran usina de dinero.  Según un informe de la consultora Colliers Internacional, sigue siendo la zona comercial más cotizada de Buenos Aires y es la segunda más cara de Latinoamérica detrás de la calle Oscar Freire, en San Pablo (Brasil).
A la mañana es invadida por los primeros oficinistas que ya caminan a paso ligero, hábiles frente a cualquier obstáculo.  El olor a garrapiñada empieza a surgir en las esquinas y las burbujas de detergente explotan en las narices de algunos mientras que los "manteros" comienzan a acomodar su mercadería, desde pantuflas gigantes a juguetes viejos, artesanías del norte y cuadros hechos en cinco minutos con aerosol.  Están, además, los lustrabotas, los artistas callejeros, algunos vendedores de shows de tango y muchos brasileños.  850 mil personas caminan sus veredas diariamente y conviven con el resto de la fauna de la calle Florida las 24 horas del día.  Pero la convivencia funciona cada día peor.
"En el 1900 la calle Florida empezó a recibir a grandes comercios como la instalación de las Galerías Bon Marché, Harrods y la tienda Gath & Chavez.  Esto fue convirtiendo a Florida en la gran arteria comercial de la ciudad y se fue consolidando hasta que se convirtió en la primera peatonal en 1971", cuenta el historiador Eduardo Lazzari, que relaciona a esta calle porteña con la alta burguesía terrateniente local.
Cuarenta años después de esa época de esplendor, Walter, uno de los dueños de Moyano Propiedades, una inmobiliaria ubicada en las galerías Vía Florencia, sostiene que el precio de las propiedades sigue siendo muy alto y que a medida  que la numeración se acerca a la Plaza San Martín, el metro cuadrado de las propiedades aumenta desde los mil hasta los 3 mil dólares.  "A muchas marcas nacionales e internacionales que quieren mantener el estatus les resulta más barato alquilar un local que tenga el cartel de su marca a la calle que pagar una publicidad", asegura el inmobiliario quien ve que, si bien es la peatonal más importante del país, sigue siendo barata comparada con otras en el mundo.

TODOS CONTRA TODOS
Un día de sol al mediodía puede ser interesante caminarla.  Inagotables estímulos visuales, vidrieras al por mayor, música y arquitectura urbana que deleita a los amantes de las ciudades de todo el mundo.  Pero detrás de los atractivos de Florida, se encuentra el agobio de quienes tienen que pasar todos los días por ahí.  En mayor y en menor medida, las quejas hablan de inseguridad, que nadie hace nada para evitarlo y de abandono.  Dicen que perdió la elegancia y la formalidad.  Los manteros son más criticados que los ladrones.  Y están presentes pese a la disconformidad de los comerciantes que atribuyen a su existencia la pérdida de hasta un 40% de sus ganancias por la venta ilegal y la competencia desleal.  "Tenemos ordenanzas y leyes que nos amparan, pretendemos la no ocupación del espacio público mediante la acción organizada.  Esto tiene que tener un orden y eso no debe confundirse con represión de los manteros", explica Héctor López Moreno, presidente de la Asociación Amigos de la calle Florida.  Él entiende que los problemas y la caída del esplendor de la peatonal son la consecuencia directa del ocupamiento de la calle. "Se genera una logística de inseguridad porque no hay presencia policial y aunque pusimos cámaras de seguridad en las 10 cuadras de extensión de la peatonal, cuando se produce un robo afuera o adentro de un local no tenemos a quién recurrir.  También hicimos denuncias por ruidos molestos: hay una cantidad de decibeles máxima en la calzada, pero no la respeta ninguno", argumenta.
Lo que puede significar ruido para las oficinas ubicadas cerca de las Galerías Pacífico, es arte para otros.  Todos los días, decenas de artistas musicales deciden exponerse en la vidriera al aire libre para mostrar lo que saben hacer.  A veces a la mañana, otras a la tarde, la banda instrumental de funk "Domingo Petrona", enchufa los parlantes para dar un show y vender discos.  A quince cada uno, venden veinte por día y eso los hace cada día un poco más conocidos.  "Para los artistas no hay nada negativo en esta calle y lo que nosotros hacemos está contemplado en la Constitución", así se defiende el bajista de la banda, consciente de que ha recibido denuncias por ruidos molestos por parte de las oficinas.  Es decir, por parte de los empleados que reciben un combo sonoro que contiene, a ventana abierta, bocinazos de Corrientes, ofertas de los "arbolitos" y guitarras eléctricas.

DESAZÓN
"¿Qué es lo que más disfruta de su trabajo?", fue la pregunta al quiosquero Rafael. "Nada", responde, "la inseguridad es mucha más de la que te podés imaginar y mucha más de la que vez en la televisión", amplía.
Jimena, estudiante y vendedora ambulante de shows de tango, es un poco más optimista respecto de su actividad.  "Me gusta laburar con gente, escuchar a los turistas y aprender otros idiomas", explica.  En cuanto a la inseguridad, afirma que es más probable ser robado siendo un extraño que formando parte de la peatonal: "los que estamos trabajando aca sabemos que nos conocemos y todos somos trabajadores por eso no sufrimos tantos robos.  Vemos que hay gente que está robando, pero la policía no hace nada, así que nos cuidamos entre nosotros", cuenta.
Matías tiene 25 años y trabaja ofreciendo bolsos estampados con símbolos del rock nacional que él  mismo pinta al lado de otro que vende pantuflas fluorescentes y un pintor chileno que se confiesa demasiado tímido para hablar frente a un  grabador, pero no para exhibir su obra a miles de personas por día.  Dice que no le gusta su lugar de trabajo porque allí se junta lo peor de Buenos Aires: "están los puteríos, los chorros, los bancos...la cabeza más grande del monstruo está acá, pero es donde más se vende", reconoce.  Lo mismo piensa el encargado de un local de informática de la Galería Jardín "La galería sigue siendo el mejor lugar para tener este tipo de negocios".
Pasadas las 4 de la tarde, ya no hay choques de cuerpos famélicos en busca de comida.  Las hordas de oficinistas que apuran el paso para disfrutar a pleno su hora de almuerzo ya no están tan visibles, pero la calma es aún lejana.
"Hola qué tal, yo soy Corbata, el que hace de todo menos plata", exclama un actor callejero cuyo trabajo es recibir a la gente e invitarlos a la Galería Jardín.  "Inventé mi trabajo, me sirve para pagar el alquiler y mantener a mi familia", dice orgulloso sin un rastro de amargura en sus facciones.  Su trabajo ha terminado, así como el de miles de transeúntes de saco y corbata que huyen hacía las bocas de subte para volver al hogar.  Pero Florida nunca duerme y en pocas horas, el vértigo se reanudará.
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Imagen: “Manteros” en la calle Florida.
Tomado de la página Buenos Aires Sos.