(De Juan Manuel Sandoval)
Aunque para algunos es tan insignificante como un “bloque de piedra”, lo que se conoce como Adoquín unió y sigue uniendo a los vecinos, causando fascinación en turistas de todas partes del globo y encerrando dos siglos de historia.
Podría comenzar escribiendo esta nota, hablando de qué es el adoquín. Buscar en un diccionario, o en “Wikipedia”, su definición técnica y copiarla tal cual. Pero no nos explicaría qué es…o mejor dicho, qué significa el adoquín, tanto para los vecinos del barrio o los visitantes que ven el “cobblestone”, “ciottolo” o la traducción que le corresponda según la parte del mundo. Es increíble el fanatismo que despierta algo que pisamos para cruzar la calle, o del que nos quejamos cuando tropezamos, en otras culturas, pero aparece como tema de charla en foros de viajeros y aventureros, decoración en blogs de fotógrafos que inmortalizan su viaje por San Telmo con la típica foto en blanco y negro de las calles adoquinadas cubiertas por una fina cortina de lluvia o con una pareja bailando tango.…
Los vecinos porteños, amparados en la ley 65 de “pavimentos originales” (la cual protege y prohíbe que se cambie el empedrado o adoquinado con otros materiales), mediante ONG como “Basta de Demoler”, “San Telmo Preserva” o hasta en “grupos de “Facebook” como “No a la quita de adoquines en San Telmo”(que cuenta con casi 500 miembros) se unieron varias veces para detener su “extracción”, como por ejemplo, la propuesta del “Proyecto Prioridad Peatón” en el 2008, en la cual se quería reemplazar a los adoquines por baldosones grises.
No sólo se opusieron por su contenido histórico, sino como un símbolo para lo que nos representa como barrio. Extraerlo sería quitarle parte de su identidad al barrio. Además de que es parte del patrimonio del Casco Histórico porteño (junto a los edificios antiguos por ejemplo), que convierten a San Telmo en uno de los barrios “abuelos”, por así decirlo, en Capital Federal.
No todos saben de la historia que encierran: empezando en 1769, el Cabildo dispuso traer piedras de la isla Martín García para las calzadas, y piedras laja de Montevideo para las aceras, terminando de concretarse el proyecto en 1868. Desde hechos históricos hasta diferentes medios de transporte que pasaron sobre el adoquín, en estos 200 años, también hay unas cuantas personalidades que lo “pisaron”, entre ellos seguramente: Esteban Echeverría (introductor del romanticismo en la Argentina), el pintor, escultor y profeta Benjamín Solari Parravicini (nombrado el “Nostradamus Argentino”), el ex – líder de la banda de rock Sumo Luca Prodan, hasta “Quino” y una interminable lista pasada, presente –¿y porque no?– futura.
“No me imagino las calles del barrio sin los adoquines” comenta María Teresa Quintela (80), que vive en el barrio desde hace más de 30 años. Y es que “adoquín” parece la palabra del millón junto a “San Telmo”. Ya sea nombrado brevemente o como parte de algún titular, siempre se encuentra presente en toda charla sobre el barrio, como por ejemplo: “Relato de viaje a Buenos Aires – Los adoquines de San Telmo” (en una página que junta historias de aventureros por el mundo) o “San Telmo, tango entre adoquines y reliquias” (en una pagina dedicada al turismo). Hasta en la obra “San Telmo” del compositor Gerardo Matos Rodríguez, se lo nombra: “Calles de San Telmo! Adoquines viejos! Piedras que he pisado”. Solo esperemos que nuestros hijos y nietos puedan seguir pisándolos.
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Ilustración: "Adoquines y rieles de la calle Humberto I", fotografía de Alicia Segal.
La nota y la fotografía fueron tomadas del periódico El sol de San Telmo.