(De Mario Tesler)
Borges el memorioso, tal es el título del libro que, impreso en Buenos Aires, publicó hace algunos años la editorial Fondo de Cultura Económica.
Esta obra está integrada por una serie de pulcras entrevistas, efectuadas a Jorge Luis Borges en el año 1979, para el programa La vida y el canto, que se emitía por Radio Rivadavia. La obra esta dividida arbitrariamente en capítulos y cada uno de ellos contiene una entrevista.
La tarea estuvo a cargo del versado locutor Antonio Carrizo. No sin esfuerzo, éste permitió al reporteado que se extendiera sin mayores interrupciones. Aunque esto es lo que comúnmente debiera ocurrir, en estas épocas de anormalidades no deja de sorprender.
Además el diálogo aparece en un todo espontáneo, menos en lo que se refiere a las preguntas, para cuya formulación se advierte un elaboración previa y muy cuidada.
Más que diálogos entre periodista y entrevistado, es decir más que una comunicación entre ambos, se trata de un monólogo. En este caso la labor del locutor no alteró el objetivo primordial de las entrevistas, que era dar a conocer algunos pensamientos de Borges, es decir difundir sus reflexiones y opiniones en torno de un conjunto de temas.
De ahí el acierto de Carrizo al manifestar en una nota explicativa que se trata de entrevistas. El término diálogo se suele emplear en casos similares, pero lo cierto es que deber ser aplicado cuando por lo menos se da una compenetración entre emisor y receptor. He aquí un aspecto de la diferencia entre comunicación y difusión.
Esta obra es la versión impresa de un monólogo de Borges, de un muy extenso monólogo. La intervención de Carrizo, como la mayoría de las acotaciones del diplomático y periodista Roy Bartholomew, sirven de pie para que él incursiones, sin interrupciones sacrílegas, en una crítica nada indulgente y en una autocrítica ¿ por qué no reconocerlo? exenta de complacencia.
La diversidad de temas tratados por Borges, las anécdotas aportadas, los comentarios marginales que va realizando, en el pasar de los diez encuentros mañaneros, convierten al libro en una aproximación autobiográfica; es un informe sobre él y los de su época. El libro contiene una suma de recuerdos y omisiones.
Los comentarios y opiniones sobre sus trabajos, el análisis de las décadas pasadas (a veces sintetizado en una escueta oración), complementarias reflexiones atemporales, proponen un sólo marco geográfico posible: la ciudad de Buenos Aires.
La lectura de estas entrevistas, en algunos momentos, es tediosa, pero revela una grabación magnetofónica respetada, sin correcciones posteriores. ¡Claro!: se trata de quien estaba acostumbrado, por desgracia, a dictar con buen estilo.
En tanto al lector recorre las páginas van apareciendo los nombres de muchos que también otros citan en sus memorias o en sus autobiografías. Lo destacable consiste en ciertos aspectos ignorados o poco conocidos, que otros se han cuidado bien en revelar.
Sería injusto omitir que en el contexto de las diez entrevistas, todo lo dicho por Antonio Carrizo no es mero y constante complemento. La muy perdida reflexión, por ejemplo, con la cual inicia uno de los encuentros mañaneros es, hasta hoy, la más sencilla y atractiva tipificación de la función del teléfono que he recogido. De manera depurada graficó la esencia de ese medio de comunicación. En esto Borges colaboró pero la idea surgió de Carrizo.
La cuarta entrevista se inició así:
Carrizo: ¿Cuándo usted era chico había teléfono en su casa?
Borges: Sí. Nuestro número era... Creo que era Palermo 47.
Carrizo: Sí. El primer teléfono se lo pusieron a don Bernardo de Irigoyen, y siempre se me ha ocurrido que era un teléfono inútil, porque el teléfono necesita un par, otro...
Borges: Desde luego
Carrizo:... para poder hablar con él.
Borges: Se necesita la dualidad
Carrizo: Por un rato ese teléfono fue teléfono inútil, porque era solo.
Carrizo no acertó en la referencia histórica. Es cierto. Pero no hizo más que reiterar lo que muchos historiadores aceptaron sin molestarse en corroborar.
Además la gran difusión existente de esta afirmación pone en evidencia lo poco que preocupó averiguar la importancia de ese hecho en relación con el objeto de la comunicación, no ya desde la óptica filosófica sino en su faz técnica.
En materia de investigación histórica, sus cultores acostumbran a entablar reñidas competencias por el hallazgo y tratamiento de todo pormenor referente al primero, al inicio, en cualquier tema. Quien primero habla del primero es tradicionalmente merecedor de doble alabanza (Si acierta, el mérito se triplica).
Entonces se comprende que por deformación profesional no se haya exceptuado a la telefonía como tema, excluyéndola por la particularidad de su función.
Quienes están apartados convenientemente de la historiografía y adentrados en las comunicaciones, tampoco advirtieron la particularidad del caso. Todo lo cual redundó en beneficio del error.
Además de repetir las inexactas referencias, sobre la instalación del primer aparato telefónico, nadie se ocupó en conocer lo ocurrido con el segundo; sin el cual la comunicación no hubiera sido posible, al no darse el vínculo intersubjetivo.
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Imagen: Antonio Carrizo y Jorge Luis Borges. (Foto tomada de lakbzuhela.blogspot.com)