(De Gabriela Sharpe)
Lavalle es una de las calles porteñas que más modificó su
estilo en estos últimos veinte años. De ser la Hollywood porteña, la
conocida calle de los cines, se convirtió, en la década del 90, en el
cementerio de la exhibición de filmes.
No hace mucho tiempo atrás, esta peatonal se caracterizó por
la vida que latía en sus baldosas; una multitud de personas, haciendo fila para
entrar o para salir de las muchas salas cinematográficas, casi, casi, una al
lado de la otra, con funciones continuadas y hasta la trasnoche. Lavalle
bulliciosa a toda hora, época en que no se entraba a ver la película con
gigantes cucuruchos de pochoclos, época en que se esperaba el intervalo y se
buscaba entre las butacas y la penumbra de la sala al chocolatinero, con su
monocorde tono, "chocolate, palito, bombón, aero ,manises", siempre que uno estuviera
holgado de dinero, de lo contrario se compraba en los quioscos cercanos antes
de entrar, que solían ser más baratos.
No existían los días de descanso. La cosa era de lunes a
lunes. Con la llegada del fin de semana, se incrementaba el movimiento con el
ir y venir de los que se acercaban al Centro desde el conurbano bonaerense. Chicos,
adolescentes, familias, novios, paseaban por Lavalle, y si había bonanza
económica, después del cine al “Palacio de la Papa Frita”, pizzería “Roma”
o “Los Inmortales”.
Si el asunto venía de levante, de parla, de chamuyo con un
café en el “Suárez” era suficiente, para los que pintaban canas, “Le Caravell”,
con su tradicional caffé all'ìtaliana.
Durante el auge menemista, del salariazo y la revolución productiva,
se le vino la noche a la peatonal, a los cines, a la gente; entre 1993 y 1999
fueron cerrando las imponentes salas cinematográficas. Hoy sólo quedan el “Atlas”
y el “Monumental”, de un total de 34. En
2007, en recuerdo a estos cines, el gobierno de la Ciudad colocó placas de
granito sobre la otrora entrada, con los nombres y fecha de inauguración y
cierre de cada sala. Tal como si se tratara de lápidas. Dan esa sensación, no
pueden dar otra. Sólo falta la inscripción Q.E.P.D.
El caminante atento las mira solemne, y le parece una falta
de respeto pisarlas, grises, frías, a la que sólo falta el florero con flores
de plástico. Va deambulando entre las tumbas –perdón: entre las lápidas; perdón:
entre las placas– del “Trocadero”
(1914-1998) hoy paseo de compras; del “Ambassador” (1941-1998) hoy Ambassador Factory Oulet, único que dejó
intacto el edificio; cine “Sarmiento” (1940) hoy un bingo; por último, para
salir del cementerio, el caminante se detiene para escuchar el responso que la Iglesia Universal
del Reino de Dios le brinda al cine “Iguazú”.
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Imagen: Placa recordatoria del cine "Ambassador" (Foto G.S.).
Nota tomada del sitio Buenos
Aires Sos.