(De Mario Tesler)
No constituye una novedad de estos tiempos el suplir la moneda metálica, de curso legal, por cospeles (piezas de metal chata y lisa) o por fichas (necesariamente impresas, ya sea con algún sellado o con algún estampado).
Debo señalar que dichas palabras no fueron empleadas como sinónimo de moneda. En cambio el término que se usó por aquel entonces para designar al elemento sustituto era lata; así fue no solamente en Buenos Aires sino en todo el país. Hoy ha caído en el olvido, pero lo recuerdan quienes se ocupan en acopiar palabras utilizadas vulgarmente.
Antes y por lo general, el término lata era frecuentado por quienes mercaban con el género humano y sus víctimas, me refiero a la explotación del hombre y de la mujer por el varón.
Antes y por lo general, el término lata era frecuentado por quienes mercaban con el género humano y sus víctimas, me refiero a la explotación del hombre y de la mujer por el varón.
Las empresas dedicadas a la explotación de los trabajadores en los obrajes, yerbatales y actividades análogas entregaban latas en pago de los jornales, las cuales sólo se admitían en sus comercios o en los regenteados por algún testaferro.
Hoy día persiste este sistema prohibido por la ley nacional, pues de tanto en tanto aparecen denuncias al respecto. No obstante, ya no se trata de latas sino de vales en reemplazo del papel moneda.
También la lata fue ficha metálica utilizada en los lenocinios, para controlar y contabilizar el trabajo de las mujeres sometidas a la prostitución.
En los casos mencionados las piezas eran de diferentes valores pero todas de latón, de donde proviene precisamente la denominación que les fue dada para identificarlas. Lo mismo ocurrió con las antiguas monedas de uno y de dos centavos, llamadas cobres porque la mayor proporción en la aleación era de ese metal.
Ahora bien, en los últimos años, el reemplazo de la moneda por una pieza de metal acuñada para acceder al tren subterráneo o bien para establecer una comunicación, desde un teléfono público alcancía, ha generado el uso de los vocablos cospel y ficha cual si fueran sinónimos; sin percibir que se trata de términos cuyo significado si bien no es opuesto, representa uno la primera etapa en la elaboración de la pieza y el otro la segunda y última.
En otras actividades y para ciertos menesteres, el fragmento de metal o plástico (con forma de disco preferentemente) no se vio involucrado en esta confusión. Quienes se refieren a ellos nunca emplean la palabra cospel para su designación genérica. Tal el caso de las piezas que se utilizan en el funcionamiento de los parquímetros.
De los servicios públicos citados, el telefónico y el de subterráneos, no recuerdo con precisión cuál originó la incorporación de cospel en el habla popular, o bien en el vocabulario vulgar. Lo que sí puedo afirmar es que tal objeto fue incorporado por la Empresa Nacional de Telecomunicaciones, al habilitar el servicio de telediscado entre la ciudad de Mar del Plata y la Capital Federal. En adelante el empleo del término cospel, tanto en la documentación oficial de la ENTel como en la publicidad que efectuó a través de los diferentes medios de información, contribuyeron de manera primordial y fundamental a la asimilación y empleo indebido de esta palabra.
Contrariamente a lo que suponen algunos refractarios a consultar el diccionario, esta palabra se halla incorporada a la lengua castellana. Por consiguiente no se está frente a un vocablo nuevo. Tampoco se trata de un extranjerismo.
Gracias al espíritu crítico que permanece en algunos, al poco tiempo se develó el error de tal denominación para referirse al disco de metal acuñado con el propósito de sustituir la moneda corriente.
Claro está. La corrección en estos casos no es tarea fácil. Mucho menos factible de realizar con la misma celeridad con que se difundió el error. No obstante la Empresa procuró expurgar el término cospel de su lenguaje. En su documentación sólo se habló entonces de fichas. Esto no es óbice para que algún organismo o algún funcionario lo siguiera empleando, tal lo ocurrido hasta poco antes de la privatización, en la oficina pública "Catedral", donde un destacado cartel colocado en uno de los escaparates ofrecía cospeles en venta.
Oportunamente el titular del Instituto Americano de Lexicografía y Lexicología, profesor Alberto F. J. Otamendi, remitió una nota a la ENTel (Empresa Nacional de Telecomunicaciones), formulando al respecto consideraciones de orden lexicográfico.
Atento a la argumentación expuesta por el presidente de dicha entidad y con un previo estudio sobre el particular que efectué, a la luz de diccionarios y vocabularios especializados, el otrora titular de la Gerencia de Explotación, Carlos A. Vidal, en nota fechada 12 de abril de 1976, pudo asegurar al recurrente que se tomaron los recaudos para sustituir el empleo de la cuestionada denominación por la de ficha. Pero al parecer el error caló en el habla con mayor intensidad que el afán de rectificación. Entre quienes parece haber producido más tibio efecto es en los medios periodísticos (especialmente en matutinos y vespertinos). Aquí se puede constatar la gran influencia que, para bien o para mal, se puede ejercer desde los medios de difusión masiva. Es dable observar que el común sólo asocia y confunde con cospel a la ficha para hablar telefónicamente o –en algunos casos– para viajar en subterráneo.
A nadie se le ocurre comprar cospeles en las casas de juego, especialmente en los casinos. En cambio se suele usar fichas o cospeles para el juego de pool.
En algunos locales que recientemente han instalado mesas para esta versión moderna de billar, he podido constatar que se emplean piezas de metal con o sin grabar. (Las del tradicional Café “Tortoni”, por ejemplo, son cospeles porque se trata de piezas lisas). Aún así los interesados en dicho juego y quien lo administra sólo frecuentan la palabra ficha en su trato cotidiano. Los mismo ocurre en los parques de diversiones o en los locales que explotan comercialmente los juegos electrónicos.
Tampoco los mozos usaron el término cospel. Con anterioridad a las actuales registradoras, en los bares y en las confiterías éstos iniciaban su labor diaria recibiendo una cantidad de fichas, de diferentes valores, reintegrando el resto en relación con el monto de las consumiciones atendidas. Al finalizar la jornada canjeaban la cantidad entregada por su equivalente en dinero.
Tampoco los mozos usaron el término cospel. Con anterioridad a las actuales registradoras, en los bares y en las confiterías éstos iniciaban su labor diaria recibiendo una cantidad de fichas, de diferentes valores, reintegrando el resto en relación con el monto de las consumiciones atendidas. Al finalizar la jornada canjeaban la cantidad entregada por su equivalente en dinero.
Así, con estas observaciones, se puede apreciar el limitado mal uso del término cospel. Es decir que no se generalizó como sinónimo de ficha. Su empleo en la actualidad sólo prosperó entre los propensos en preservar mañas, con el agravante de estar alimentado por uno de los medios informativos de penetración más eficaz: la palabra escrita. En consecuencia lo prudente es la rectificación del error. Pues, en manera alguna justificaría este caso obviar la ortodoxia académica. Es decir que nada obliga a provocar un enfrentamiento estéril entre la etimología y la semántica.
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Imagen: Cospeles que se usaron en Subterráneos de Buenos Aires.