(De Carlos Costa)
En el verano de 1943, organizado por la entonces revista Rojinegro, se reunieron por primera vez alrededor del añoso ombú ubicado en la entrada principal del Parque Rivadavia, numerosos filatelistas de todas las edades, en un encuentro que facilitó la comunicación y el intercambio de estampillas entre los coleccionistas convocados. El encuentro fue un éxito y lo que no sabían entonces los organizadores ni el público participante, era que, a partir de ese momento, aquellos encuentros jamás se interrumpirían. Estas reuniones de los domingos por la mañana, hasta el día de hoy, luego de más de sesenta años, fueron el inicio de una feria única y original en América. Estas reuniones dieron origen a gran cantidad de instituciones filatélicas y numismáticas de prestigio internacional, contribuyendo a la formación cultural de todos los ciudadanos que pasaron por allí a través de tres generaciones.
Motivó además que numerosos coleccionistas que actuaban en forma individual, trabaran conocimiento con otros colegas que estaban en la misma situación, iniciando así una provechosa amistad y camaradería entre ellos. En aquellos primeros años era muy evidente la presencia de coleccionistas extranjeros que se radicaron en la República Argentina , muchos escapados de las persecuciones y la guerra. Entre ellos se destacaban diversos personajes de Ucrania, Alemania, Checoslovaquia y otras naciones de Europa Oriental, que llegaron con importantes colecciones en sus equipajes. Estos inmigrantes, sumados a la ya destacada presencia de coleccionistas argentinos, fueron la columna vertebral de la incipiente feria.
Durante los primeros tiempos, los coleccionistas que se instalaron en el Parque Rivadavia o plaza Lezica, como la llamaban algunos, llegaban con sus maletines, cajas y carpetas, exhibiendo sus colecciones sentados en el banco circular que aún existe alrededor del añoso ombú, o en los bancos de la plaza y, aun, en el mismo piso.
Con el tiempo, hacia los años 1958 o 1959, algunos “audaces” se atrevieron a venir con unas pequeñas mesitas, pues el indudable éxito que se estaba produciendo en la improvisada feria y la creciente cantidad de concurrentes, hacía escasos los bancos que tenía el parque.
El carácter masivo que fue tomando la feria se documenta en las fotografías de la época, donde la cantidad de personas que estaban canjeando o simplemente observando ofrece un aspecto multitudinario. Grandes coleccionistas y estudiosos eran concurrentes frecuentes, pues allí podían encontrar todo tipo de material, incluso piezas raras o desconocidas y hasta concretar negocios insospechados.
Esta reuniones fueron consolidándose, concitando la atracción de numeroso público habitual en estas tempranas reuniones, incorporándose pocos años después, los cultores de las disciplinas numismáticas.
La propias autoridades del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires honraron entonces su importancia, con la Ordenanza del 16 de agosto de 1959, construyendo una plazuela y una calle alrededor del añoso ombú, sobre las que aún hoy, numerosos coleccionistas y estudiosos de estas disciplinas, toman como punto obligado de reunión.
También debe ser mencionada la participación de instituciones oficiales como el Correo Argentino, cuyas autoridades llegaron a crear una estafeta ambulante para entregar en el mismo parque las emisiones del primer día de emisión filatélica.
No es casual que en nuestro país, de arraigada tradición filatélica y numismática, estas reuniones se transformaran en uno de los paseos tradicionales más originales de la ciudad de Buenos Aires, en el barrio de Caballito y los turistas y coleccionistas extranjeros de visita no dejaran de concurrir al parque.
A estas reuniones de filatelistas y numismáticos, se fueron poco a poco agregando los vendedores y coleccionistas de revistas y libros, que hoy forman un abigarrado conjunto, lindero con la Escuela Normal Nº 4, en una franja que va de Rivadavia a Rosario. Las reuniones dominicales en la famosa “feria del ombú”, no se interrumpen en los días de lluvia, y muchos coleccionistas y comerciantes trasladan su mercadería a los dos o tres bares que se encuentran enfrente del parque.
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Imagen: La feria del ombú del Parque Rivadavia en sus primeros tiempos (Foto de Carlos Costa).
Trabajo tomado de la revista: Historias de la ciudad, Una revista de Buenos Aires, Nº 42, agosto de 2007.