(De Andrea Cuarterolo)
Según Michel Foucault, en el paso del siglo XVIII al XIX se operó un cambio de modelo de control político que dio lugar al nacimiento de la sociedad disciplinaria. La manera de ejercer el poder sobre lo diferente o potencialmente peligroso dejó de ser la exclusión y el castigo y pasó a ser el control y la vigilancia. Para explicar esta nueva tecnología del poder, Foucault compara la sociedad moderna con el Panóptico diseñado en el siglo XIX por el jurista inglés Jeremías Bentham. Esta figura arquitectónica, concebida en un principio para las prisiones, pero generalizada luego en diversos tipos de instituciones, inducía al recluido a un estado conciente y permanente de visibilidad que garantizaba el funcionamiento automático del poder. El dispositivo se convirtió, así, en una suerte de metáfora de la nueva sociedad disciplinaria, Ya no se trataría de expulsar a lo diferente sino de asignarle un sitio, de ponerlo en cuarentena con el propósito de observarlo y estudiarlo. El principal objetivo de este nuevo modelo de control político era, entonces, el de detectar a aquellos individuos que no se ajustaban a las reglas, para tratar de encauzarlo o conducirlos hacia una idea definida de normalidad.
El desarrollo, hacia fines del siglo XIX, de ciencias como la antropología, la criminología o la psiquiatría es una prueba de este creciente interés por identificar aquello que, ya fuera porque carecía de un espacio o función dentro de la sociedad o porque cumplía en ella funciones negativas, caía fuera de los márgenes del orden preestablecido.
La confianza ciega que la sociedad decimonónica depositaba en la capacidad de la fotografía para reproducir objetivamente la realidad hizo que este medio se convirtiera en un instrumento insuperable para identificar y clasificar todo aquello que no entraba dentro de la normalidad homogeneizante de la época. La fotografía pasó a ser, entonces, uno de los más novedosos engranajes del gran panóptico de la sociedad disciplinaria moderna.
En la década de 1880, el francés Alphonse Bertillon había elaborado un método para la identificación de criminales que incorporaba a la fotografía como pieza primordial. Este método fue pronto adoptado en diversas partes del mundo. En 1887, el Comisario de Pesquisas de la Policía de Buenos Aires, José Álvarez, más conocido como Fray Mocho, publicó su célebre Galería de ladrones comunes, una nómina de 200 delincuentes que incluía no sólo detallados informes de los antecedentes personales y judiciales de todos ellos, sino también una fotografía de frente y perfil de cada preso.
Muy pronto esta práctica fue utilizada también para el registro de prostitutas, y hacia principios del siglo XX, se intentó imponerla entre algunos sectores que comenzaba a demostrarse conflictivos, como los obreros e inmigrantes.
En abril de 1899, un decreto municipal promulgado por iniciativa del intendente Adolfo Bullrich obligó a los cocheros de la ciudad a realizarse un retrato fotográfico para confeccionar una ficha individual y un carnet profesional. Los trabajadores, indignados por esta disposición que consideraban los ponía casi al mismo nivel que los delincuentes comunes, organizaron una huelga y un insólito desfile de carruajes por las calles de la ciudad a modo de protesta.
Enarbolando enormes carteles con leyendas del tipo “Retraten a los ladrones públicos”, “Retraten a los caloteadores”, “No somos vagos”, los cocheros pusieron en evidencia su descontento ante este nuevo tipo de prácticas disciplinarias y mantuvieron a la ciudad sin coches de alquiler durante días.
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Imagen: La huelga de cocheros de 1899. (Fotografía del AGN).
Nota tomada de la revista Historias de la ciudad, Nº 46, junio de 2008.