(De Roberto Díaz )
El tango y el fútbol estuvieron ligados durante muchos años. Eran dos pasiones nacionales y se unían en las preferencias de la gente. Los tiempos fueron cambiando y también los vestuarios. En aquella época, era común una radio encendida y el bandoneón de Pichuco o el ritmo acanyengado de D’Arienzo sonando mientras los cracks se cambiaban. Angelito Labruna era uno de los que dejaba el tango de lado, en esas tardes de pelota. Estaba ansioso por saber quién había ganado la segunda o la tercera. Angelito , el gran Angelito, un tipazo. Y ¡ojo! que los boletos que se jugaba a los burros, estaban, siempre, bien rumbeados. El generoso Angelito. Capaz de citar a un pibe de las inferiores en el hipódromo, decirle: “Ahora vaya y juegue al ocho” y una vez que el ocho ganaba y el pibe, todo contento, cobraba sus boletos, venía la voz alertadora y paternal de Angelito: “Y ahora se va y no me pisa más aquí, eh”. Hay un montón de datos que confirman estas anécdotas de un portento del fútbol: don Ángel Labruna.
El tango estaba, siempre, al lado del fútbol porque el tango tenía sus mujeres, esas hembras que llevaban la noche en las ojeras (y en la pechera). Mujeres querendonas que los futbolistas iban a buscar a los cabarets, con el fuego de sus veinte años. Uno de los futbolistas emblemáticos en este métier era el “Charro” Moreno, ese extraordinario futbolista de River. Muchas anécdotas y leyendas se tejieron alrededor de ese morocho pintón, con un bigotito fino y el pelo renegrido. Y muchas mujeres –dicen– sucumbieron en los brazos de este fenómeno, que, al otro día, como si nada hubiese sucedido, le hacía tres goles a los rivales.
En este aspecto, la cosa sigue igual. Lo único diferente es que desaparecieron los cabarets de entonces y el tango hizo mutis por el foro para dejarle paso a la bailanta, a la cumbia, al rock. Los jugadores siguen teniendo predilección por la música. Y cada vestuario escucha lo que siente. Ya no están Troilo y D’Arienzo, sonará la música loca de los “Pibes Chorros”, o el romanticismo de Luis Miguel en algunos casos, o “Los Redonditos de Ricota”, o cualquier otra banda pesada.
Pero esta nota evoca, nostalgiosa, los tiempos del 40 y el 50 cuando existía identidad nacional, y todos creían que la Argentina era un buen lugar para vivir, progresar, hacer estudiar a sus hijos y subir en la escala social.
Cuando el fútbol llenaba los estadios y la voz de Fioravanti o Lalo Pelichiari se hacían oír. Cuando Sarlanga la rompía y la “Máquina” de River te hacía goleadas y Erico se elevaba hasta tocar el cielo y el “Chueco” García corría por la línea y lo ponía más loco a Vergara.
¡Qué tiempos lindos! Cuando el “que te dije” salía al balcón y había tipos que trabajaban horas extras y la “patrona” se podía comprar la heladera eléctrica.
En aquella época, el fútbol era más lírico que el de ahora. No había tantos mercachifles dando vueltas al acecho del crack y Europa era un lugar donde se amasijaban con todo.
Tango y fútbol ¡qué lindo matrimonio! ¡Lástima que la penetración cultural de los gringos terminó divorciándolos!
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Imagen: Vista del viejo estadio de San Lorenzo de Almagro -ya desaparecido- en avenida La Plata.
Tomado del libro: Historias de Pepe Corner, Ediciones Edea, Bs. As., 2008.