(De Ángel O. Prignano)
Cuando nos preguntamos de dónde le viene al ser humano su raigambre en un determinado lugar y el porqué de esa pertenencia, terminamos aceptando que tal preferencia se debe a que ese territorio es el lugar donde se ha nacido, criado y crecido. Pero el barrio no es tan sólo ese espacio geográfico en una determinada ciudad, sino la actitud de quienes lo habitan, parafraseando a Rodolfo Kusch: un modo de estar.
Barriología es el estudio histórico de los grupos humanos que se desenvuelven en esos espacios urbanos básicos, siendo lo urbano una condición ineludible. Esto último la distancia de la historia regional, en tanto que ésta atiende regiones, provincias, ciudades, distritos o municipios. El barriólogo tiene como principio recuperar la memoria colectiva de los habitantes de aquel territorio y como fin dar identidad a esa pluralidad de seres humanos. Surgió en Buenos Aires, más propiamente en sus barrios –de ahí el término–, como una respuesta a la necesidad de conocer y preservar los rasgos propios de estas microsociedades.
Tales investigaciones se enfocan desde una mirada integral, poniendo el acento en las singularidades de cada uno de esos espacios; cada barrio otorga un contexto cultural a las personas que lo habitan, a la vez que cada uno de los vecinos aporta lo suyo a ese contexto cultural. Las grandes urbes, que adoptan el modelo propuesto por la globalización, imponen precisamente lo contrario: el ocultamiento de esas singularidades que trae fatalmente la pérdida de la identidad y un contexto cultural masivo y ajeno a cada uno de nosotros. Por eso, debe verse a la barriología como una historia militante y alejada de toda pretensión académica.
Por eso es necesario reflexionar sobre la relevancia de este tipo de estudios, resaltar el trabajo mancomunado, persistente y hasta extenuante de los hurgadores de la historia barrial y revalorizar el folleto de pocas páginas que sirvió para dar a conocer este tipo de investigaciones, herramienta que sigue siendo válida en estos días. Esto último, quizá, en contraposición a los gruesos volúmenes de la historia académica, que difícilmente llegan al vecino de a pie.
De allí que, lejos de una propuesta académica de sesgo aburridamente intelectual, la barriología se expresa a corazón abierto, se diría que modestamente; se comporta como una fuerza impulsada en forma espontánea y venturosa por la gente de barrio, que olfatea sus posibilidades individuales y comunitarias cuando de su propia identidad se trata. “El elemento popular –afirmó Antonio Gramsci– ‘siente’, pero no siempre comprende y sabe; el elemento intelectual ‘sabe’, pero no siempre comprende ni sobre todo ‘siente’.” Y sentenció: “El error del intelectual consiste en creer que se puede ‘saber’ sin comprender y sobre todo, sin sentir y sin ser apasionado.” Norberto Galasso, por su parte, habla de “superar toda pretensión de verdades absolutas, armaditas con fruición en la soledad de la noche, para entender, en cambio, que sólo son posibles las aproximaciones, los aportes a la elaboración colectiva donde muchas voces concluyen por construir una sola voz.” Y esto es lo que hacen los barriólogos, precisamente.
En suma, la barriología desecha lo vanamente retórico e insiste en la investigación apasionada para descubrir y comprender.
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Imagen: Plano de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y sus barrios.