(De Jorge Luchetti)
A lo largo de ocho cuadras, el bulevar García del Río nos conduce desde la avenida Cabildo hasta el Parque Saavedra. No obstante la abundancia de verde, las plazoletas que integran el paseo se muestran monótonas, carentes de esculturas, surtidores de agua y demás elementos que suelen verse en otros paseos públicos de la ciudad.
En el trayecto que une la avenida Cabildo con el Parque Saavedra, el bulevar García del Río se presenta como un corredor urbano que sirve de acceso al espacio verde. La arquitectura actúa como un telón que a ambos lados de la calzada enmarca a la avenida. La mayoría de las casa son bajas y acrecientan su altura a medida que nos acercamos a Cabildo. Las plazoletas que conforman el bulevar ocultan al entubado arroyo Medrano, que antaño –al estar a cielo abierto – transformaba al lugar en un espectacular paseo, donde góndolas y botes recorrían el cauce de agua desde el cruce con Cabildo hasta el lago que por entonces poseía el Parque Saavedra. Hoy todo eso se perdió y sólo nos encontramos con un híbrido espacio que tiene como único objetivo acercarnos al parque. Falto de un diseño a priori, se muestra insustancial para aquel que lo aprecie como un paisaje urbano y se acerca más a la “teoría del no lugar”.
MONOTONÍA Y REITERACIÓN
La ausencia de sorpresas hace que las plazoletas se muestren monótonas y repetitivas, obviando la posibilidad de pensar en un recorrido con una visión serial o el uso de una perspectiva urbana en forma focal. Es importante cambiar el concepto de corredor con el que hoy funciona el lugar, llevándolo a ser un ámbito mucho más interesante para el transeúnte. Este espacio urbano está carente de todo tipo de elementos que por lo general podemos ver en paseos públicos y que ayudan a una mejor composición y el enriquecimiento del lugar, como esculturas, surtidores de agua, kiosco de música, etcétera. El equipamiento urbano, que en el lugar es mayormente escaso o casi inexistente, deberá tener para su ubicación unidad de criterio, ya que no es cosa de desparramar bancos, farolas o cestos por doquier.
Todo esto debe estar incorporado al plan urbano de la ciudad, sin soslayar la participación de ideas de vecinos y asociaciones barriales. Sugerimos al Gobierno de la Ciudad su compromiso a un mejoramiento del sector, lo cual daría pie a revitalizar y revalorizar no sólo el bulevar García del Río sino también a Saavedra. Pero ninguno de los cambios deberán afectar las costumbres barriales ya adquiridas. Seguramente existen infinitos problemas para no tomar cartas en el asunto: la crisis económica y otros tantos temas podrían argumentarse para dejar las cosas como están. Pero también es bueno pensar que lugares como Palermo Viejo han podido crecer a partir de haber creado una identidad urbana propia, que luego lo llevó a ser un polo turístico (tanto interno como externo) y cultural que ha favorecido económica y estéticamente al barrio.
Es obvio que el ejemplo dado tiene condiciones bastante distintas de lo antes expuesto, por lo tanto no hay que pensar en hacer lo mismo sino más bien en crear un perfil adecuado a las características de Saavedra. Por último, cabe agregar que si dejamos de lado un instante lo funcional, lo estético y lo racional esto nos ayudará a lograr un espacio urbano que también esté lleno de sensaciones y situaciones que satisfagan al espíritu de los habitantes. Alain, filosofo francés, decía: “Una de las leyes fundamentales de la arquitectura y el urbanismo sería patentizar la grandeza sensible”.
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Imagen: García del Río, en su inicio como bulevard en su cruce con la calle Pinto. (Foto Rubderoliv).
Nota tomada del periódico El Barrio, Nº 44, noviembre de 2002.