(De Christopher F. Viceconte)
Yo había estado en San Telmo durante el día. Antes del
viaje, había oído numerosas opiniones sobre la zona. Algunos me dijeron que era
el barrio más antiguo de la ciudad, otros me habían comentado que era donde
vivían los inmigrantes. Después de un mes de caminar y explorar el barrio de Once,
necesitaba un nuevo horizonte. Buenos Aires es una ciudad de la noche y tenía
que ver San Telmo de noche.
El autobús estaba iluminado con una tenue luz azul mientras
atravesábamos la ciudad. “¿Estás seguro de que esto es seguro?”, me preguntó
inquieto mi compañero de cuarto que me acompañaba en la travesía. “Por supuesto
que lo es. Es seguro”, le respondí. No sabía a ciencia cierta. Parece que la
ciudad había sido muchas cosas desde mi llegada. Hermosa, sí pero también
peligrosa.
Cuando bajamos del autobús en la avenida Independencia, mi
incertidumbre creció.”¿Sabes a dónde vamos?”, insistía mi amigo.”Por supuesto
que sí” fue mi respuesta. Encontramos un pequeño café en la calle Perú y nos
sentamos afuera. Sam -mi amigo- quería sentarse, aunque yo habría preferido
seguir caminando. Es de Brooklyn y no tenía sentido discutir. Entonces pidió -agitando
la mano- “café cortado”. Miré la calle detrás de mí. Aunque la noche era joven
las aceras en San Telmo estaban llenas de gente. En la vereda de una librería
llamada Galerna, un grupo de jóvenes se reunían para un evento, hablando entre
ellos y fumando cigarrillos.
Los edificios bajos, el envejecimiento y las aceras
empedradas hecho de este nuevo barrio poco familiar en comparación con la
ciudad en la que había empezado a conocer. Dos jóvenes andaban sobre patines.
Esperé a Sam que terminara su café. Nos fuimos caminando por Carlos Calvo en
dirección a Bolívar. Sam volvió a preguntar “¿Dónde vamos?”… ”Por ahí” le dije,
señalando un espacio arqueado grande. El edificio me era familiar. Me recordó a
la Boquería,
el más famoso mercado al aire libre en Barcelona. Si no fuera por el suelo de
baldosas, hubiera podido pensar que estaba del otro lado del Atlántico. En el
interior del espacio abierto vi unas cuantas tiendas que seguían atendiendo.
Granja Marley donde observé que se sigue vendiendo huevos por docenas y
Frutería y Verdulería Ricardo y Anita que todavía vendían su mercancía. El
cartel decía: Frutas y Verduras de Primera Calidad. “¿Qué es eso?” gritó Sam,
apuntando hacia una pila de manzanas inusualmente grandes. Eran las manzanas
más grandes y más perfectas que jamás había visto. “Tengo que tener una”, le
dije a Sam y le pedí “Dame unos pesos”. Él me contestó “Vas a enfermarte” y yo
insistí: “Dame un poco de dinero”, entonces me entregó la plata y tomé la
manzana que estaba en la parte superior del cajón. El dueño de la verdulería,
mientras yo le pagaba, me detuvo preguntándome “¿De dónde sos?”, a lo que
respondí: “Nueva York y ¿usted, es porteño?”…“No, no. Soy de Salta.”. Entonces,
hablamos brevemente sobre mi estancia en Buenos Aires y el barrio de Once y
también le pregunté “¿Por qué es tan importante San Telmo?” y contestó: “Es el
barrio más histórico, más viejo”. “¿Cuántos años?”, pregunté curiosamente y,
señalando un cartel que decía Mercado San Telmo: Inaugurado en 1897, me dijo
“Mirá”. Me sorprendí y exclamé “Wow… ¿Entonces es el barrio más turístico?”.
“Si y no. Históricamente, este es el lugar donde todos los inmigrantes vinieron
cuando llegaron a Buenos Aires. Es un… hogar lejos del hogar para todos los
viajeros”, contestó.
Al salir del mercado y dirigiéndome hacia el autobús, seguí
observando el vecindario. Un Hogar lejos del hogar … Exactamente lo que
necesitaba. En esta nueva ciudad, oscura, estaba empezando a encontrar mi hogar
lejos de casa … en San Telmo.
______
Imagen: "El Federal", café bar en la esquina de Carlos Calvo y Perú, San Telmo, Buenos Aires.
Crónica tomada del sitio El
sol de San Telmo.