En la ciudad hay sitios buenos, sitios malos y sitios más-o-menos; sitios viejos y sitios nuevos; sitios alegres y sitios "tristes". Y, además de todo eso, hay sitios "latentes".
Los sitios latentes son los que, sin llegar jamás a realizarse en concreto, provocan la generación continua de ideas y proyectos. Al no trascender el plano de la fantasía van a parar, derecho viejo, al inconsciente colectivo de la ciudad.
La 9 de Julio es un sitio "latente". Originada, se supone, con la intención de solucionar problemas de circulación vehicular, la 9 de Julio se manifiesta, al fin y al cabo, como una fenomenal cirugía urbana. A su escala, los relativamente diminutos bloques de la embajada de Francia y de la parroquia de Constitución no llegan, ni por asomo, a mitigar el hueco.
El caso del Obelisco es distinto. El Obelisco, puesto en situación dominante (en el eje de la avenida y de Corrientes), extrayendo fuerzas ciudadanas de los subtes que se deslizan, mansamente, bajo su base, y, sobre todo, haciendo uso de su innegable potencia tanguera, consigue dominar el espacio en sus cercanías.
Pero con esta honrosa excepción, las perspectivas de la 9 de Julio se diluyen tristemente: ni la estación Constitución, hacia el sur; ni la usina de Puerto Nuevo, hacia el norte, pueden (ni fueron hechas para) dar una buena culminación a las visuales. Es que no están a escala de la 9 de Julio. Esta escala, que usted puede llamar faraónica o descabellada, sin embargo traduce la escala de la ciudad: es la ausencia de una tira de sus manzanas; su trazado, pero vacío.
Ahora bien, tenemos otra carta en la manga: en la esquina de Moreno el viejo Ministerio de Obras Públicas (el MOP). Si la 9 de Julio es "latente", el MOP es el hecho más "latente" de la 9 de Julio.
Es imposible resistir a la tentación de completar el MOP, poniéndole, al otro lado del eje de la avenida su doble simétrico. Luego de esto, es todavía más irreprimible la necesidad de unirlos con un elemento horizontal y conseguir (¡por fin!) el doble MOP... ¡el "Mople"!, gran arco de triunfo porteño, hecho arquitectónico a escala de la 9 de Julio.
Con el dibujo que ilustra esta nota, realizado contemporáneamente a la construcción del medio MOP actual, el ingeniero José C. Álvarez daba cuenta de la inevitabilidad de este objeto urbano. (Aquí cabe hacer referencia a la figura del ingeniero Álvarez -1887/1970-, perteneciente a los equipos de diseño del mismo ministerio y autor de los puentes Uriburu y De la Noria. Los cuales, así como otras obras menores, certifican su identificación con el movimiento de arquitectura hispanoamericana que, impulsada por Noel, Guido y otros, floreció entre nosotros a partir de los años 20.)
La fantasía del "Mople" regresa a más de cuarenta años. Como se comprende, para las fantasías 40 años no son muchos. De tanto en tanto, la memoria de la ciudad abre una de sus botellas de náufrago y, más o menos conscientemente, el proyecto retorna a los tableros de dibujo de las nuevas generaciones del lápiz.
Con el Obelisco y el "Mople", la ciudad iría curándose de su "herida absurda" urbana, la 9 de Julio, convertida en algo para lo que (observe usted atentamente el dibujo de Álvarez), todavía no hay palabras en las teorías de la ciudad.
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Ilustración: Dibujo del "Mople" del ingeniero José C. Álvarez.
La nota y el dibujo fueron tomados del libro de Iglesia y Sabugo: La ciudad y sus sitios.