(De Luis Alposta)
Enrique Otero Pizarro fue abogado, juez, educador, ministro
y por si todo esto fuese poco, fue también pintor, poeta y boxeador. Su obra
literaria no es abundante. Escribió cuentos, teatro y poesía. En Buenos Aires,
en 1967 se estrenó su drama El proceso de
don Juan.
Enrique Otero Pizarro, que había nacido en Córdoba en 1915,
fue un hábil sonetista, como lo demostró, por ejemplo, al parafrasear a Lope
de Vega, o al abordar temas tan
especialmente delicados y hondos como el de ciertos pasajes bíblicos que se refieren
a Jesucristo, cuya desacralización no resulta
en modo alguno irreverente; aunque sí grotesco por la conjunción de gracia y patetismo
que alcanza.
Acostumbraba a firmar sus sonetos, que quedaron inéditos, con
el seudónimo de Lope de Boedo. Y hoy quiero recordar éste:
Dos ladrones
Hay tres cruces y tres crucificados.
En la más alta, al diome, el Nazareno.
En la de un güin
lloraba el grata bueno
mangándole el perdón de sus pecados.
Escracho torvo, dientes apretados,
mascaba el otro lunfa el duro freno
del odio y gargajeaba su veneno
con el estrilo de los rejugados.
¿No sos hijo de Dios? ¡Dale, salvate!
¿Sos el rey de los moishes? ¡Descolgate!
¿Por qué no te bajás? ¡Andá, che, guiso!..
Jesús ni se mosqueó. Minga de bola…
Y le dijo al buen chorro: estate piola,
que hoy zarparás conmigo al Paraíso.
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Imagen: El Calvario, de Andrea Mantegna.
Del libro de L.A.: Mosaicos porteños, Bs. As., 2005.