(De Mario Tesler)
Con diez meses de antelación las esferas oficiales estaban de sobreaviso del peligro y la población ilustrada de cierta militancia no pudo ser presa del estupor ya que, a partir de la primera quincena de diciembre de 1832, se conocía el propósito: el 3 de enero de 1833 el imperio inglés se apoderó de las islas Malvinas. En cuanto al resto de la población, considerada componente periférico de la sociedad, tampoco obró sobre ella el factor sorpresa: la agresión a esas mismas islas cometida en 1831 por el gobierno de otra nación no era un mero recuerdo. Dejemos de lado las diferencias propias de la sociedad de aquellos años y veremos que, a menos que mediasen otros intereses, todos los estamentos ya estaban motivados a partir de la agresión norteamericana a esas islas, ocurrida en los últimos días de 1831; los de más edad guardaban, también, en el recuerdo las jornadas de resistencia cruenta opuesta por el vecindario de Buenos Aires a las fuerzas invasoras en 1806 y 1807, gracias a las cuales éste se despertó de la apatía colonial.
No faltan documentos donde se advierte la existencia de excepciones. Desde luego, como siempre ocurre, Inglaterra y los EE.UU. contaron con simpatizantes: algunos fueron colaboracionistas en 1806 y 1807, otros simularon bien en 1832 y no pocos debieron ocultar su indiferencia en 1833. En esto intervinieron los connacionales de ambos Estados, actitud comprensible.
La correspondencia remitida por nuestro Encargado de Negocios en Londres advirtió, desde principios de 1832, sobre el clima altamente perjudicial para nuestros intereses y para la seguridad del archipiélago. Aunque –según él– aquella administración de S.M.B. ni otra menos liberal que le suceda no podrá apropiarse las islas Malvinas por violencia aunque grandes [son] sus medios de fuerza. Si se tiene presente las circunstancias y el lugar se podrá comprender algunos recaudos del diplomático en su exposición; se trataba de actos públicos y no de presunciones que pudiera sugerirle su imaginación. No obstante lo cual sus destinatarios, sin necesidad de mayor sagacidad y con sólo aplicar el sentido común, debieron advertir la inminencia de alguna acción por parte de Inglaterra. Así lo entiende el historiador y diplomático José Luis Muñoz Azpiri en su Historia completa de las Malvinas; por eso el primero de los documentos lo reproduce bajo un extenso epígrafe donde señala que Moreno comunicó la preparación del asalto y aconsejaba prevenirse.
Llegar a lo afirmado por Muñoz Azpiri ni siquiera exige conocer la documentación del representante en Londres, tampoco requiere ser avezado en interpretación de textos diplomáticos. En la edición del sábado 15 de diciembre de 1832 en el The British Packet and Argentine News se informó a los lectores que la "Clío " iba a Malvinas para tomar posesión soberana de esas islas en nombre de Su Majestad Británica.
Con este documento, es decir con el oficio reservado nº 79 de fecha 25 de febrero, Manuel Moreno inició sus avisos al gobierno de Buenos Aires de cuanto trascendía en aquellos medios, tanto gubernamentales como periodísticos. En Londres y con la ayuda interesada de algunos residentes en Buenos Aires, se ejercía presión para convencer sobre las ventajas de volver a Malvinas: 1º como uno de las puntos de contacto sobre los grandes continentes, 2º como puerto de abastecimiento y 3º como lugar para caza y pesca, amén de otras posibilidades de explotación. También se puso especial énfasis en señalar la presencia de los EE.UU. como tercer estado interesado, para con ello evidenciar el mayor riesgo en demorar la operación de reocupación. Unos mostraban su valor estratégico y otros las reclamaban con visión comercial.
Donde Manuel Moreno no pudo penetrar fue en los círculos confidenciales del Almirantazgo, por lo menos no se cuenta con elementos que lo demuestren. En agosto de 1832 los ingleses resolvieron concretar un operativo, pero a principios de ese año en Buenos Aires los gobernantes, gracias a Moreno, no podían rechazar esa hipótesis.
La gestión de Manuel Moreno en Londres y en especial su intervención por la usurpación de las islas Malvinas, contó con interesados que no trataron las advertencias efectuadas por él al gobierno de Buenos Aires, encargado de conducir las relaciones exteriores de las Provincias Unidas del Río de la Plata. A partir de 1966 se conocen las piezas documentales probatorias, aunque puedan restar otras inéditas, incluidas por José Luis Muñoz Azpiri en el apéndice documental de su libro sobre la historia de las Malvinas.
Ya nadie puede seguir repitiendo que la usurpación tomó por sorpresa a las autoridades, ni dejar de reconocer los méritos de este funcionario. No se tienen noticias del repositorio donde se pudieron haber almacenado las comunicaciones remitidas por él, pero los varios volúmenes del libro copiador utilizado durante su gestión diplomática las posee el archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, ubicado en los altos de un garaje policial.
En cuanto al periodismo, repitió lo ocurrido en vísperas de la agresión norteamericana de 1831: los diarios porteños avisaron de la presencia de una nave de guerra, su procedencia y destino, sin comentario alguno; en cambio, el medio de difusión en inglés agregaba la razón de su recalada en el Río de la Plata y el objetivo de su misión, con lo cual la posible reserva procurada por las autoridades, para no alarmar, fue un secreto a voces por todos conocido.
Como la situación se repetía con facetas similares, salvo el cambio de bandera y mediando un lapso de un año, la población culta no se pudo llamar a engaño. Proclive a seguir los pasos de otros, el chinerío siempre arrastrado o manejado en los hechos políticos, en esta circunstancia y como de costumbre se sumó al sospechado final asignado al viaje de la "Clio " a las islas Malvinas.
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Imagen: Óleo de Manuel Moreno, pintado en Londres en 1830. (Foto de Carlos Guastavino).