A principios del siglo XX la Argentina y en particular Buenos Aires estaba atravesando por profundas transformaciones socioeconómicas, políticas y culturales como resultado de la capitalización interna facilitada por la economía agroexportadora. La burguesía dominante aspiraba a convertir a Buenos Aires en la París de la América del Sur. Desde fines del siglo XIX se había abierto la Avenida de Mayo –por entonces La Avenida–, se construyeron numerosos palacios y palacetes como el Palacio Anchorena (1909), en la arquitectura pública se destacaba el nuevo edificio del Congreso Nacional (1906), en lo que hace a las artes líricas deslumbraba el Teatro Colón (1908) y Carlos Thais la embellecía con sus parques y jardines. Esa ciudad que cambiaba aceleradamente es la urbe para la cual Dolores Mora Vega –más conocida como Lola Mora– produce su majestuosa Fuente de las Nereidas. En un comienzo nuestra primera escultora había proyectado la fuente para ser instalada en Plaza de Mayo. “Es posible que las grandes transformaciones edilicias de Buenos Aires le hayan permitido atreverse a soñar con engalanar la Plaza de Mayo con su fuente, imitando así, de algún modo, las muchas fontanas que había conocido en la península europea” (1). Pero la pacata sociedad de la época no podía permitir los desnudos escultóricos en el centro cívico de la ciudad y mucho menos frente a la Catedral. Se la inauguró el 21 de mayo de 1903 en el parque Colón, plazoleta ubicada en la avenida Paseo de Julio (Leandro N. Alem) y Cangallo (Perón), pero en 1918 la Municipalidad la trasladó al Balneario Sur.
En el proyecto original la fuente tendría como personaje central a Nereo, dios marino de la mitología griega, hijo de Ponto y de Gea; padre de las 50 Nereidas. Pero, como sus bocetos fueron rechazados, cambió la figura central de su programa mitológico y sustituyó a Nereo por Afrodita o Venus. La base de la fuente es la valva de un molusco, de esta emanan tres tritones que sostienen a tres caballos. El pilar central, formado por rocas, es el elemento en el cual se enroscan las Nereidas, que simbolizan el juego de las olas del mar. En el pensamiento mitológico griego estas criaturas, mitad mujeres y mitad peces, protegían a los navegantes. Una segunda valva se eleva y en su impulso ascensional, sostiene el nacimiento de Afrodita. Era esta la diosa griega del amor sensual y de la belleza. Había nacido de entre las olas del mar fecundada por la sangre de Urano mutilado por Cronos. “El argumento de la obra es mitológico; más aún constituye toda una lección de mitología.” (2). En la mitología olímpica el mar se relacionaba con Poseidón, que había perdido la competencia con Atenea, en el patrocinio de Atenas, al ser su don los caballos, vencidos en el juicio de los dioses, por el olivo ofrecido por Atenea. Del mar había nacido, como dijimos, Afrodita, cuyo origen se vincula con la castración del padre (Urano) por su hijo Cronos. Los tritones, hijos de Poseidón y Anfitrite, personifican las olas del mar. Las Nereidas, hijas de Nereo y de Doris pueden considerarse como representaciones de los diversos fenómenos marítimos. Cabalgaban sobre las olas en delfines o caballos y vivían en el fondo del mar. Todo un programa mitológico pagano y con proliferación de desnudos, que nos remiten a la belleza clásica, que Lola Mora había estudiado en Italia. “Nadie concebía que pudiesen ponerse a veinte metros de la Catedral hombres y mujeres desnudos”, cuenta Virginia Bergerón en la revista El Hogar” (3). Pero los amigos de Lola Mora, entre ellos el presidente Julio Argentino Roca, mediaron ante el intendente Adolfo Bullrich, para que se aceptaran, con algunas modificaciones, sus bocetos. La fuente fue objeto de arduas polémicas: desde quienes la defendían como una eximia obra de arte, hasta quienes la detractaban por sus desnudos, alegando que era inconcebible emplazarla en un espacio público. José María Peña sostiene que el lenguaje escultórico de principios del siglo XX era simbólico y académico, pero las mujeres de las Nereidas eran señoras de 1903 y esto era lo que más encrespaba los ánimos. Los juicios que mereció la “fuente de Lola Mora” fueron numerosísimos. En su época Leopoldo Lugones sostuvo, entre otros conceptos, “que la primera impresión es buena, y esto supone ya en la artista dominio del conjunto, elemento capital en arte. Inclinada sobre la concha que las dos sirenas del grupo sostienen, la figura superior está llena de sencillo donaire. [...] Señorita, gracias a usted encuentro posibles las mujeres de talento. ¡Qué talento tiene usted!” (4). Contra sus propios prejuicios, hubo Lugones de admitir que la fuente de Las Nereidas era obra de una mujer.
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(1)LUNA, Félix (director de la Colección); “Lola Mora” en “Grandes Protagonistas de la Historia Argentina”, Planeta, Bs. As., 2001, p. 56.
(2)“La Nación”, por la corresponsalía en Roma, 23 de abril de 1901 en LUNA, Félix, ob.cit., p. 47.
(3)LUNA, Félix; ob. cit., pp. 59-60.
(4)LUGONES, Leopoldo; “La Fuente de Lola Mora” en “Tribuna”, 27 de mayo de 1903 en MALOSETTI COSTA, Laura (Selección y prólogo); “Cuadros de Viaje. Artistas Argentinos en Europa y Estados Unidos (1880-1910)”, FCE, Bs As, 2008, pp 291-295.
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Detalle de la fuente de Las Nereidas, de Lola Mora.