Alguien dijo alguna vez: “Me dan pena las personas que viven en el pasado, pero más pena me dan las personas que no tienen pasado”. Las personas, como los barrios, las ciudades, los países y el mundo tienen su pasado que perdura en el presente, aunque por la acción de las mismas personas es posible transformar su entorno.
LA QUINTA DE VALENTE
Natural de Coimbra (Portugal) y activo comerciante de la Colonia, Carlos de los Santos Valente era un próspero dueño de navíos, poseedor de una sustanciosa fortuna y numerosos esclavos.
A mediados del siglo XVIII adquirió una amplia quinta de 18 hectáreas en lo que hoy es el barrio de Almagro. El solar se encontraba en el radio que delimitan las actuales calles Hipólito Yrigoyen, Castro Barros, Medrano, Díaz Vélez y una línea oblicua que partiendo de esta última y Billinghurst, terminaba en Hipólito Yrigoyen y Maza.
Contrajo matrimonio con una dama de la sociedad, María Antonia Pacheco Malaver, quién llegó a comprometer el linaje de Valente, ya que a la mujer le atribuían una descendencia de esclavos, situación que pudo aclarar, puesto que la mulata que siempre la acompañaba era quien la había criado y no su madre. Salvado el mal entendido y la reputación familiar, todo se deslizó por los carriles normales.
Don Carlos construyó en el sector SE de la quinta (hoy Maza e Hipólito Yrigoyen) una imponente casona, lujosamente amueblada, con numerosas habitaciones y techos de tejas, la que se destacaba notoriamente del chato y ralo caserío de entonces, donde predominaban las modestas casas de adobe con techos de paja.
En la quinta se efectuaron importantes mejoras: se construyeron caballerizas y habitaciones para la servidumbre, se plantaron numerosos árboles frutales, se destinó parte del predio a tierras de labranza y fue diseñado un extenso parque de plantas y flores diversas, de procedencia europea. Todo un vergel sobre el Camino Real al Oeste (hoy Hipólito Yrigoyen-Rivadavia), única salida en aquella época hacia el Partido de Flores, el interior y los llamados Reinos de Arriba, como el Alto Perú. Por entonces este camino describía un curso oblicuo, como el que corresponde al de la actual Hipólito Yrigoyen, desde Esparza hasta su cierre en avenida La Plata.
Allí, cercana a la casa principal, Valente erigió una capilla consagrada a San Juan Nepomuceno, santo de origen checo, venerado en España y Portugal, capilla que el obispo Lue, de la parroquia de Flores, designó como ayuda-parroquia en 1806. Estaba destinada a los fieles de la zona, a fin de que, según decía, “tuvieran el consuelo de poder cumplir con el precepto de oír misa sin el grande trabajo que les causaría venir al pueblo abandonando sus casas” y, claro está, dejando las labores de la quinta.
Debido a la trascendencia de esta propiedad en muchos documentos de la época –-a falta de precisiones geográficas– se hacían referencias tales como: “En inmediaciones de la Capilla de don Carlos Valente”, “frente a la Capilla llamada de Valente”, “a tres cuadras de la quinta de Valente”, “camino de la quinta de Balente” (sic), etc. etc., salvando errores ortográficos.
Al fallecer don Carlos, su testamento beneficia a muy diversas personas, entre ellas a 34 muchachas pobres de la ciudad, para que sus familias pudieran cubrir sus dotes. A su vez legó una importante suma al seminario de estudiantes de Coimbra, su ciudad natal. Eran tantas las donaciones de aquel testamento que su viuda lo desconoció, declarándose única heredera, y alegando que su marido había fallecido intestado. Violaba así la ley, hecho que originó un litigio que se fue extendiendo en el tiempo, y que terminó con la quinta concursada y sacada a remate.
El esplendor de la quinta fue decayendo hasta convertirse en una simple huerta de verduras, momento en que fue adquirida, en 1809, por el comerciante Juan Bautista Ferreyra. Tres años más tarde, en 1812, el gobierno revolucionario le embargó a éste la propiedad debido a la acumulación de grandes deudas.
Entre los años 1763 y 1766 residió por cuestiones de salud en la quinta de la viuda de Valente el entonces gobernador en el Río de la Plata, Pedro de Cevallos, quien se hizo famoso por hacer padecer a sus visitantes largas “amansadoras”, que fueron motivo principal del juicio de residencia que finalmente se le efectuara. A pesar de todo más tarde fue nombrado virrey; perlitas del tiempo de la colonia.
LA QUINTA DE RODRÍGUEZ
En 1838, durante el gobierno de Rosas, se rectifica el trazado del Camino al Oeste, denominado entonces Nuevo Camino General Quiroga (actual avenida Rivadavia). Entonces la quinta Valente fue dividida en dos grandes sectores, el sur fue comprado el 29 de agosto de 1838 por Miguel Ramón Rodríguez, mientras que un año más tarde, el 28 de septiembre de 1839, Julián de Almagro adquiere el sector norte.
Rodríguez fallece en 1846 y tras la sucesión, su viuda Lucía Carranza se la vende en 1867 a Méndez Caldera, y éste en 1870 a Emilio Castro, gobernador de la provincia de Buenos Aires, quién la compra con fines especulativos, loteándola, lo que le dejó suculentas ganancias.
Un amplio predio sobre la calle Rivadavia (entre Mario Bravo y Billinghurst), donde hoy se emplaza el Colegio “Mariano Moreno”, fue comprado por Mariano Billinghurst (hijo de quien le dio el nombre a la actual calle). Allí estableció una de las primeras líneas de tranvías que unió la Plaza de la Victoria con el lejano Partido de Flores.
A esta altura de la larga historia de la quinta, cuenta el historiador Ismael Bucich Escobar que en la competencia por la venta de lotes, el martillero Florencio Madero acordó con las principales panaderías introducir dentro de cada pieza de pan una cédula con el anuncio: “Gratis. Tramway del señor Lacroze para el gran remate de 200 lotes en el nuevo pueblo de Almagro, el domingo próximo…”
La original propaganda le dio excelente resultado, aunque fue multado por infringir las leyes de salubridad. Quien aplicó la multa, paradójicamente, fue Emilio Castro, el dueño de los terrenos vendidos.
La capilla levantada por Valente a principios del siglo fue demolida en 1860. Once años más tarde surgió cerca de allí, en las actuales calles Quintino Bocayuva entre Hipólito Yrigoyen y Don Bosco, el primer templo consagrado a San Carlos Borromeo y María Auxiliadora, como la continuidad de la capilla de Carlos Santos Valente, según el relato de Arnaldo J. Cunietti Ferrando.
LA QUINTA DE ALMAGRO
Existe bastante confusión acerca de cuál “Almagro” le dio el nombre al barrio. No fue, por supuesto, Diego de Almagro (1475-1538) el conquistador de Perú (el que asesinó junto a Pizarro al cacique Atahualpa en 1532, además de ajusticiar en la hoguera a indios yanaconas). Tampoco fue Toribio Almagro, que tenía tierras en la zona, ni Juan María de Almagro y De la Torre (1755-1843), múltiple funcionario de la Colonia y terrateniente beneficiario de vastas posesiones en Entre Ríos y La Banda Oriental, que fue perseguido una vez producida la Revolución de Mayo y embargados sus latifundios. No se comprobó por lo menos, hasta el momento, que éste poseyera tierras en la zona que nos ocupa. En consecuencia, quien le dio nombre al barrio fue Julián de Almagro, uno de los muchos hijos del gran terrateniente, que adquiere el 28 de septiembre de 1839 el sector norte de la dividida quinta de Valente, comprendido entre las calles Rivadavia, Billinghurst, Díaz Vélez y Medrano, en la suma de 6.500 pesos corrientes, con la casa principal construida en las inmediaciones de Rivadavia y Medrano (actual esquina de la confitería “Las Violetas”).
Hacia 1857 donó a la compañía ferroviaria Sociedad Camino de Hierro al Oeste los terrenos necesarios para dar cabida al trazado del ferrocarril, incluida la estación, que se encontraba en la intersección del actual pasaje Peluffo y la calle Lezica. Ésta, en su homenaje, llevaría el apellido “Almagro”, hasta que fue clausurada en 1887, debido al escaso movimiento y a la proximidad con la Estación Once de Septiembre (Miserere).
Julián de Almagro comienza a vender en lotes los terrenos, desmembrando la quinta, que para entonces y debido a la proximidad del ferrocarril se había valorizado enormemente; destina parte del producido a cancelar una hipoteca que pesaba sobre ésta. En 1861 vende una fracción a Justa Pastora Díaz de la Guerra de Ondarreta, sobre Díaz Vélez y Bulnes. Sin embargo el golpe de gracia a la quinta fue la ejecución de una hipoteca por parte de La Caja de Créditos, donde Enrique Quintana adquiere el remanente de los terrenos.
Ya en la actualidad, el 19 de septiembre de 2002, la Legislatura de Buenos Aires instituyó el 28 de septiembre como el Día de Almagro, la fecha en que Julián adquiere la quinta, allá en 1839.
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Fuentes:
Cunetti Ferrando, Arnaldo, Apuntes hisstóricos de Almagro, Boletín n° 7 del año 1982, Instituto Histórico de Buenos Aires.
Cutolo, Vicente O., Buenos Aires, historia de las calles y sus nombres, Elche, 1994.---Rezzónico, Carlos A., Antiguas quintas porteñas, Interjuntas, 1996.
http://nembers.tripod.com/parroquiasancarlos/historia.htm
http://pasaenlaciudad.blogspot.com/2007/04/000
http://Wikipedia.org/Wiki/almagro – (Buenos Aires)
Imagen: Escudo del barrio de Almagro
Tomado del periódico Primera Página.