1 abr 2011

Julio Huasi, poeta de mirada triste


(De Paula Chahin)

TROVADOR  DEL PUEBLO
El “juglar de la revolución”. Así llamaron en los 60 a Julio Huasi, que era en realidad el poeta argentino Julio Ciesler. Desde los albores de su vocación de poeta y periodista, optó por estar del lado de los marginados y cambió su apellido europeo por uno indígena, que en mapudungun significa “la casa de todos”. Así era él, tenía su casa abierta a todo el mundo, aunque sólo fuera para compartir un pedazo de pan y un mate.
Poeta, periodista, militante, autor de canciones populares, Huasi vivió en Chile más de cuatro años a fines de los sesenta. Allá se casó y tuvo una hija. Colaborador de Punto Final, simpatizaba con el MIR, y tanto que escribió poemas dedicados a Miguel Enríquez y a Luciano Cruz, fundadores de la organización. “Vivo en América Latina, en el lugar donde sea más necesario”, dijo alguna vez quien además fue redactor de la revista uruguaya Brecha y de la agencia cubana de noticias Prensa Latina. En Chile no sólo desplegó toda su calidad artística sino que también tejió grandes afectos.
Más tarde, en su exilio español y marcado por las muertes de sus compañeros, escribió un nuevo volumen de poesía que está dedicado –entre otros revolucionarios latinoamericanos–  a Víctor Jara, Augusto Olivares y Augusto Carmona, estos dos últimos, compañeros de redacción en Punto Final. De su vida personal no es mucho lo que se sabe. Así como hospitalario, era muy reservado. Además de su hija, que hoy vive en España, se conoce que tuvo otro hijo en la Argentina. Pero al momento de morir estaba solo, así que se desconoce el día exacto de su suicidio. Mes trágico para Argentina, del más sangriento golpe de Estado, marzo fue también el mes de su muerte y nacimiento: había nacido en 1935 un día 20, en Buenos Aires, en el seno de una familia humilde. También en ese mes decidió pegarse un tiro en la sien en la soledad de una pieza de alquiler, a los 52 años. Sus amigos y compañeros de trabajo recuerdan que pobreza y melancolía marcaron su vida.
Recuerdan también que el último día que lo vieron en su trabajo, la redacción del semanario argentino El Periodista, se despidió de sus compañeros y llevó regalos a las mujeres. Le preguntaron a dónde iba. Y respondió, simple como su pluma: “A ningún lado”.

RECREANDO LENGUAJE
Huasi –que aprovechó su experiencia en el servicio militar (en Neuquén, en 1956) para inspirarse publicando “Soldado madrugada”– fue galardonado por su obra dos años después, por el Consejo Argentino de la Paz. Conocida fue también su forma de emplear y recrear el lenguaje, tanto que se habla de una estética propia, sin convenciones ni reglas tradicionales. Generalmente, escribía sin mayúsculas y publicó títulos como Humanería, Estrellea, Tragibundo, Asesinaciones.
Su primer libro se llamó Sonata popular en Buenos Aires, ciudad a la que Julio Huasi amaba. No era un poeta común, tenía el don de los juglares. Visitaba cárceles, plazas y fábricas dando a conocer sus versos a los protagonistas de huelgas, injusticias y rebeliones. De plaza en plaza iba recitando sus creaciones, que eran aplaudidas también por capitanes de la poesía (Julio Cortázar y Juan Gelman, entre otros, eran admiradores de su obra).
Pero él definitivamente quería estar del lado del pueblo. Su poema “Malambo del ferroviario” se lo envió a los obreros detenidos en la cárcel militar de Magdalena –en el litoral bonaerense– quienes lo retribuyeron con una hermosa carta donde lo llamaron “poeta del pueblo”. Debe haber sido uno de sus máximos orgullos, ya que abogaba por el fin del paternalismo de algunos intelectuales que escribían “para el pueblo”.
Su poesía trascendió las fronteras y llegó a todos los rincones de América donde se urdía la palabra liberación. El poeta cubano Nicolás Guillén, en vísperas del triunfo revolucionario en su país, escribió un extenso artículo reconociendo la calidad poética y el compromiso de Huasi: “Ya tiene bien ganado un hermoso futuro en el esplendente pero difícil rumbo que él mismo ha buscado: el de su pueblo. Allí no existe el mezquino maquiavelismo ni la malsana adulonería y snobismo de los pisaverdes que rondan el arte y la cultura”.

EXILIO Y MUERTE
Militante de las causas populares y ferviente admirador de su compatriota Ernesto Che Guevara, Huasi afirmaba que crear una nueva cultura latinoamericana “depende de todos en cada puesto de lucha. No le tocará a ningún elegido. No es una gracia de Dios, sino de dos: de dos pelotas”.
En 1976, cuando se dio el golpe de Estado en la Argentina, partió al exilio perseguido y amenazado por quienes tomaron el país por asalto. Llegó a Madrid, donde continuó su labor de poeta y periodista; pero jamás se pudo recuperar del dolor de ver caer a tantos compañeros, de éste y el otro lado de los Andes. Allí conoció y trabó amistad con las Madres de Plaza de Mayo, cuya valentía admiraba. Al regresar a Buenos Aires –tras el retorno a la democracia– se unió fervorosamente a su lucha. Hasta el día en que se quitó la vida, jamás faltó a las marchas “acompañándonos en nuestro reclamo de justicia, en nuestro dolor y en nuestra rabia”, recuerdan ellas. “Hasta el jueves, compañero”, lo despidieron las Madres en su periódico, del cual Huasi también fue redactor.
Como homenaje, a la biblioteca que tienen las Madres en su sede le pusieron el nombre de Julio Huasi e inauguraron una exposición de arte donde hay un retrato suyo, obra de Armando Propati, artista popular que lo admiraba. Las Madres de Plaza de Mayo lo señalan como un “hombre entero, algo de lo que muy pocos pueden vanagloriarse”. Para ellas, Julio Huasi decidió quitarse la vida porque no soportó una sociedad que no le dio nada. “No le dio trabajo porque vino del exilio; no lo reconoció como ser humano ni como persona, no le dio afecto y lo marginó”.
Sus amigos admiraban su talento, su humildad y un sentido del humor un poco ácido, siempre tierno. Por eso, quedaron desconcertados por su decisión. “Duele mucho más cuando lo ejecuta un hombre que había apostado los cinco sentidos a defender la vida y a convertirla en una gesta solidaria”, dicen.
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Fotografía: Julio Huasi.
Tomado de la página: http://www.puntofinal.cl/