28 jun 2012

Filatelia



(De Rubén Bianchi)

No sé por qué, un día se me ocurrió empezar a “juntar estampillas”, tal como se decía en el barrio en lugar de filatelia, palabra que muchos asociábamos con una enfermedad incurable. En aquellos años siempre había alguna fábrica cercana que recibía correspondencia de diversos países, y a veces era posible conseguir los sobres o directamente rescatarlos de la basura. Así empezaba la tarea artesanal y delicada de despegar la estampilla con el vapor de la pava cuidando que no se rompiera  ningún dientecito.
Cada ejemplar era una conquista valiosa, un asombro por su diseño, un aprendizaje por su procedencia: Magyar Posta, Deutsches Reich o Republique Française eran nombres de difícil lectura pero llenos de fantasía para mi mirada infantil. También eran muchas las familias del barrio que recibían cartas de afuera: generalmente venían de España, Italia o Polonia, pero no siempre me querían dar los sobres y entonces perdía la posibilidad de agregar al álbum aquella estampilla con la cara de Franco, la italiana con la flor brotando entre ruinas de guerra, o la del pescador polaco sosteniendo un enorme pez. El destino de esos sobres era el de inaccesibles cajones, a veces húmedos por lágrimas que en aquel entonces no estaba en condiciones de entender.
La adolescencia llegaba cuando empecé a interesarme por otras cosas: pasar a la escuela secundaria, o ir a explorar el Centro. Descubrí los cines de Lavalle, vi músicos de traje rojo tocando en confiterías a la hora del té, me asombré ante una máquina de profilácticos en el baño de un café, y de pronto, allá en la otra cuadra, la inesperada revelación: en vitrinas iluminadas, prolijamente alineadas o ensobradas por país, se ofrecían raudales de estampillas impecables. Allí estaban, multiplicadas en distintos valores, las mismas estampillas que tanto me había costado conseguir. ¿Entonces se podía comprar de inmediato aquella noruega y esta cubana, por unas monedas?... ¿Había sido inútil tanto afán y ansiedad para atesorarlas una por una?... Este y otros interrogantes me hice no sin cierta decepción, en aquellos días en que mi álbum infantil se cerró para siempre.
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Imagen: Estampillas de diversos países.
Tomado del libro: Afectos especiales de R. B. (Ediciones Papeles de Boedo, Bs, As., 2004).