(De Agustín Naón)
Es sabido que por cada adoquín que se colocó en la calle
Chile, sólo en el tramo que se extiende por el barrio de San Telmo, hubo un
muerto en la resistencia de la ciudad. Es así que a lo largo de cuatro cuadras,
hasta el bajo, pegados y sin fisuras, coexisten unos cincuenta y cinco mil
adoquines: o tumbas.
Algunos escritos románticos aún perduran, llevándonos a la época
en que las viudas acorralaban con sus lágrimas el día elegido como recordatorio
para sus difuntos maridos y, como nubes nacidas en el río, subían por la calle
hasta lo que hoy es el recuerdo de San Cristóbal.
Con el correr de los años, las viudas fueron veladas por sus
hijos y ya no hubo más nubes subiendo por el bajo. Sólo quedaron los adoquines,
como defensores unidimensionales, imposibilitados de una justa pelea ante la
llegada de algún invasor.
A contramano de la calle y de los deseos de esas viudas
circularon los últimos días de una de esas mujeres: Mariel Consorti.
Consorti no pudo soportar la metafórica presencia de su
marido en el piso y una noche, literalmente, arrancó a punta de pala casi un
cuarto de cuadra de adoquines. Desapareció junto con las piedras y jamás se
supo de ella. Hasta el diario mas pacato se animó al amarillismo esa semana.
Como una consecuencia de esa acción, o del bromista que tuvo
tiempo de sobra ese verano, cuatro mil cartas llegaron en otoño a las casas de
personas que habían tenido parientes perdidos en la defensa de la ciudad. Todas
esas cartas tenían el nombre de algún soldado y, no podía ser de otra manera,
la cantidad de cartas se correspondía con el número de adoquines faltantes.
Diez de esas cartas se encuentran aún hoy en del museo del
barrio y quien las vea notará que la caligrafía varía de manera considerable en
todas ellas trayendo a la mente un único pensamiento ¿cuántas personas
involucradas hubo en este hecho tan particular?.
Por último nos detenemos en el tramo más complicado –en
términos de arquitectura- de la calle Chile. Es el brazo que sale para formar
Balcarce. Es un pedazo que se extiende sólo un cuarto de cuadra, serpentea y
termina en avenida Independencia.
A este tramo concurren miles de turistas por mes y es
recorrido con mucha paciencia, de hecho es el tramo más corto pero el que más
tiempo lleva de visitar. La razón es sencilla: cuentan uno por uno los
adoquines que la conforman, el resultado, una imposible casualidad: cuatro mil.
Sin embargo, el detalle que más llama la atención no tiene
que ver con un número sino con una frase instalada en una placa al final de ese
pequeño tramo. "Aquí vivió la Familia Consorti".
Aléjese de San Telmo.
Las condiciones climáticas no son favorables. Hay tantas ratas como historias
inventadas y tantas noches sin empezar que asustan de sólo pensarlas.
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Imagen: Escudo o emblema del barrio de San Telmo.
Tomado de la página Buenos
Aires Sos del 18 / 9/ 2009.