(De Haydée Breslav)
Como sucede con otras figuras representativas de nuestro
tango, no es posible determinar con exactitud las coordenadas de su nacimiento.
Algunos las ubican en Rosario y en 1906; otros, en la también santafesina
Casilda, en 1901; otros, en fin, fijan la misma ciudad pero corren el año a
1900, o a 1898. Cuentan que tuvo un hermano que murió antes que él naciera, y
cuyo nombre llevó; el hecho, digno de los tangos que lo hicieron famoso,
contribuye a la imprecisión de su biografía.
Quienes se ocuparon de ella dicen que sus padres,
inmigrantes italianos, le infundieron el amor al canto lírico, y que estudió
con Nicola Mignona, quien había llegado a Rosario en una gira de Enrico Caruso,
en cuya compañía se desempeñaba como maestro sustituto. En esa ciudad, el joven
Agustín integró distintos dúos vocales que no alcanzaron demasiada
trascendencia.
Son imprecisas también las circunstancias de su llegada a
Buenos Aires, donde en 1924 hizo su debut radial a instancias de la popular
cancionista Rosita Quiroga, con quien grabó dos discos poco después. Los
directivos de la empresa consideraron oportuno que siguiera grabando con una
segunda voz masculina; el guitarrista Enrique Maciel le aconsejó que escuchara
a Pedro Noda, y así se formó una de las duplas más significativas de nuestro
canto.
El dúo Magaldi-Noda alcanzó rápida y enorme popularidad, que
con el correr del tiempo se consolidó a través de actuaciones, presentaciones
en radio y grabaciones. Es importante mencionar que el repertorio no estaba
consagrado por entero al tango sino que se componía asimismo de otros ritmos
nuestros, como zambas, cuecas, valsecitos criollos, chacareras, gatos y
estilos.
En opinión del poeta Diego Holzer, Magaldi “sintió la influencia
y fue la continuación de los payadores, verdaderos referentes sociales de la
época. Era un cantor nacional, como les decían a los que recorrían el país
pueblo a pueblo cantando no sólo tangos, sino también zambas, estilos y otras
expresiones folclóricas”.
Destacado melodista devenido en prolífico compositor,
produjo con Noda primero y solo después unas setenta piezas. A fines de 1935,
luego de la participación que ambos cumplieron en la película “Monte criollo”,
Magaldi se desvinculó de Noda pero no del éxito, que lo acompañó también en su
trayectoria como solista.
Vale la pena recordar que por entonces llegó a Buenos Aires
de la mano de Magaldi una muy joven aspirante a actriz llamada Evita Duarte. La
relación que los unió fue calificada de amistosa por unos y de sentimental por
otros, quienes citan en su apoyo el vals “Quién eres tú”, que le habría
inspirado al cantor la mujer que tres lustros después sería consagrada en vida
Jefa Espiritual de la Nación.
Cuentan que Magaldi comenzó a sufrir malestares cada vez más
frecuentes e intensos a los que, inexplicablemente, intentaba hacer caso omiso.
El 17 de agosto de 1938, después de una exigente actuación radial, sufrió una
descompensación brusca que se atribuyó a una afección previa del aparato digestivo.
Internado en el sanatorio Otamendi, fue intervenido quirúrgicamente. Murió en
el posoperatorio veintiún días después.
EL ESTILO
Magaldi poseía una caudalosa voz de barítono atenorado, con
mucha llegada a los agudos, gran riqueza armónica y dotada de un vibrato
natural. A estas notables condiciones innatas unía una técnica refinada, que
seguramente debía a las enseñanzas del maestro Mignona.
Uno de los más respetados cantores de hoy, Reynaldo Martín,
precisa: “Utilizaba mucho el falsete para hacer las notas más agudas y así
acomodarse a la modalidad de la época, en que deslumbraban los tenores líricos
y todos los cantores iban muy arriba”.
A favor de esas cualidades, Magaldi desarrolló un estilo
interpretativo ajeno a la reciedumbre y sobriedad del arquetipo gardeliano; se
armó para ello de un repertorio que abundaba en elementos melodramáticos y no
desdeñó apelar a la emoción lacrimosa. Sus tangos, al decir del poeta Osvaldo
Rossler, “fueron una proposición al llanto colectivo”. Y el locutor Dupuy de Lome
lo bautizó como “la voz sentimental de Buenos Aires”.
Reynaldo Martín acota: “Era dueño de una enorme
personalidad; inauguró un estilo que tenía mucho que ver con la estética de su
tiempo, en que el teatro era muy declamatorio y afamados poetas ponían el
acento en lo melodramático. Hay que situarse en la época, que era de vacas muy
flacas y de mucha marginalidad, sobre todo a partir de la profunda crisis del
30; la situación del país y del mundo no estaba como para ser descripta con
medias tintas”.
Con posterioridad a esa época, repertorio e intérprete
fueron objeto de acerbas críticas por parte de sesudos reseñadores, quienes no
tuvieron en cuenta que la estética de Magaldi significó una suerte de
continuación criolla y mistonga del melodrama prerromántico y de la literatura
folletinesca del siglo XIX, incluso las tan vilipendiadas “canciones rusas” que
entonó reflejan la influencia de las novelas de Tolstoi y de Dos-toievsky.
Del mismo modo que las creaciones de los principales
exponentes de aquellos géneros, los tangos de Magaldi se correspondían con las
inclinaciones de vastos sectores de la población que aún eran capaces de
ingenuidad.
“Magaldi interpretaba ese repertorio sensiblero sin hacer
alardes de voz; podría haberse dedicado a cantar canciones efectistas pero
prefirió contar las historias del pueblo”, sintetiza Martín.
Por otra parte, es injusto circunscribir todas sus
interpretaciones a la efusión lastimera. Su ductilidad le permitió expresar con
solvencia distintas emociones, actitudes y estados de ánimo: despecho en “Te
odio”, desparpajo en “Se va la vida”, nostalgia en “Yo tan sólo veinte años
tenía”, resignación (magistralmente) en “Paciencia”. Sus últimas grabaciones
muestran, además, renovación del repertorio con profundización de la crítica
social y apertura a formas de expresión más austeras y por eso mismo más
dramáticas.
EL TESTIMONIO
Como todo artista auténtico, Magaldi fue testimonial; supo
reflejar en sus tangos la miseria y la injusticia de su época. Lo suyo no fue
la imprecación, desusada en el género; en cambio, elevó su canto como un
lamento por los sufrimientos de los pobres.
Así, en “Patoteros” –con letra de Víctor Soliño y música de
Adolfo Mondino, grabado en 1927– relata un episodio bastante frecuente
entonces, que no siempre se resolvía tan felizmente como en el tango: “El hombre es un obrero que vuelve del taller
/ cansado de ganarse el pan para comer. / Cobarde la patota, de pronto lo rodea
/ y un guapo lo golpea haciéndolo caer. / En tanto ellos festejan la hazaña
criminal / el hombre se levanta sacando su puñal / y al verlo decidido, los
taitas de cartón / se esfuman en la sombra del negro callejón.”
En “Acquaforte”, cuyos autores en letra y música son,
respectivamente, Carlos Marambio Catán y Horacio Pettorossi, ilustra con voz
doliente los escandalosos niveles de explotación laboral: Un viejo verde que gasta su dinero / emborrachando a Lulú con su
champán / hoy le negó el aumento a un pobre obrero / que le pidió un pedazo más
de pan”.
Magaldi se animó además a cuestionar, apasionada y
valientemente, dogmas consagrados por la religión, la moral y las leyes de
entonces. “Levantá la frente”, cuya música le pertenece y lleva letra de
Antonio Nápoli, reivindica con audacia entonces inaudita a la madre soltera y
la equipara a la casada. Recordamos haber leído en la columna costumbrista que
firmaba un tan Don Rudecindo y que se publicaba en el diario Clarín hasta bien entrados los ’60, una
exhortación a prohibir este tango: La
madre casada, la madre soltera /son todas iguales: son una, no dos. / Lo
nieguen las leyes, lo niegue quien quiera / son todas iguales delante de Dios”.
Lo grabó en 1936. “Libertad”, también con música propia y con letra de Felipe
Mitre Navas, grabado en 1938, pone reparos a la indisolubilidad del matrimonio:
“Estamos a tiempo, seguí tu camino / tu
ideal yo no he sido ni el mío sos vos. / ¿Por qué esta comedia de amores
fingidos? / ¡Quedemos amigos y libres los dos!”. Cabe señalar que recién en
1985 se eliminó de nuestra legislación la distinción entre hijos legítimos e
ilegítimos, y hubo que esperar hasta 1987 para que se instituyera el divorcio
vincular.
Como buen cantor nacional, Magaldi interpretó el triste
campero “Ave María”, con letra del gran payador anarquista Luis Acosta García y
música de Ernesto Rossi, grabado en 1931. Al poeta le bastan pocas líneas para
describir la situación del hombre de campo con mayor claridad y precisión que
cualquier político metido a experto: “Sin
un churrasquito, sin un mate amargo / solo y agobiado por años y penas / […] / veinte
años que andamos, mi picazo viejo / como dos basuras en la polvareda / […] / no
tenemos nada más que muchos años / ni vos tenés pasto, ni yo tengo yerba…”.
A Acosta García pertenece también la letra de “Dios te
salve, m’hijo”, sobre la que Magaldi compuso la música y grabó en 1938. A partir de una
anécdota terrible en su concisión, el tango desarrolla un drama que denuncia la
farsa electoral de la época, la clase a cuyos intereses servía y los brutales
métodos que empleaba; contrariamente al estereotipo de los detractores del
género, la figura del padre es la protagonista: “El pueblito estaba lleno de personas forasteras / los caudillos
desplegaban lo más rudo de su acción / arengando a los paisanos a ganar las
elecciones / por la plata, por la tumba, por el voto o el facón. / Al momento
que cruzaban desfilando los contrarios / un paisano gritó ¡viva! y al caudillo
mencionó / y los otros respondieron sepultando sus puñales / en el cuerpo
valeroso del paisano que gritó. / […] / Pobre m’hijo, quién diría que por noble
y por valiente / pagaría con su vida el sostén de una opinión / por no hacerme
caso, m’hijo, se lo dije tantas veces / no haga juicio a los discursos del
doctor ni del patrón”.
Pocos tangos alcanzan la hondura trágica de “Disfrazado”,
grabado en 1938; es fácil darse cuenta de que sólo Magaldi (y por supuesto
Gardel, si hubiera podido hacerlo) era capaz de expresarlo en toda su intensidad.
La música fue compuesta por Antonio Tello, medio hermano del cantor, sobre una
letra del poeta popular José da Silva. En en la edición del periódico Trascartón de febrero de 2003, otro poeta, Oscar García, relató las
desesperadas circunstancias que la originaron: Da Silva, un trabajador obligado
en la década infame a ganarse la vida como pintor de brocha gorda, no conseguía
ni siquiera una changa y sufría duras penurias cuando una y más cruel desgracia
se abatió sobre él. Su hijo mayor, un chico de diez años, murió en carnaval
atropellado por un camión que llevaba mascaritas al corso: “El eco de madrugada trae el vaivén de los coches, / de seres que
alegremente van vivando el carnaval / mientras me ha sido imposible dormir
durante la noche / pensando para los míos poder conseguir el pan. / Seguiré,
quién sabe cuánto, disfrazado de miseria / con el rumbo lentamente hacia el
gran palco oficial / y en el mundo de los muertos terminarán mis miserias / obteniendo primer premio si festejan carnaval”.
Magaldi dejó sin grabar varias piezas de su repertorio, como
“El huérfano y el sepulturero”, un estilo con letra de Juan Manuel Pombo que, a
pesar del título y del asunto, tiene un remate sencillo y contundente: “Los ricos están primero / por eso lugar les
damos / mal hacemos si lloramos / por una simple pavada / los pobres no somos
nada / y hasta en la muerte estorbamos”.
Tampoco llegó a grabar la milonga “Tierra del Fuego”, cuyas
décimas, que nos acercó Julio Nader, reclaman el cierre y clausura de la
ominosa cárcel de Ushuaia: “Tierra del
Fuego es el nombre / como burlona ironía / de la constante porfía / de los
errores del hombre. / No habrá ser que no se asombre / de tamaña enormidad /
tergiversar la verdad / llamándole fuego al frío / es como decirle impío / al
grito de libertad”.
EL COMPROMISO
Nadie pone en duda hoy que Magaldi fue simpatizante
anarquista. Compartió ese ideario con muchos grandes del tango, como Juan de
Dios Filiberto, Pascual Contursi, José González Castillo, Antonio Podestá,
Enrique Santos Discépolo (en sus comienzos) y Teodoro Mouzo, poeta y letrista
conocido por el apodo de “Isusi”, creador de “Así nació este tango” y personaje
muy querido en el ambiente tanguero.
A sus instancias, y de acuerdo con un estudio de Santiago
Senén González publicado en el semanario Hoy,
Magaldi cantó en un festival solidario organizado para recaudar fondos
destinados a la fianza por la liberación de las obreras costureras de la
empresa Gatry, detenidas durante una huelga en protesta por los bajos salarios
y las pésimas condiciones de trabajo.
Muchos otros testimonios lo ubican cantando en las ollas
populares que la miseria de la época multiplicaba, así como en cárceles,
hospitales y asilos. Era muy generoso y, del mismo modo que Gardel y Troilo,
supo ayudar a amigos, conocidos y otros que no lo eran tanto, ahorrándoles la
humillación de la dádiva; para ello los abrazaba efusivamente y aprovechaba
para deslizarles dinero en el bolsillo del saco sin que lo advirtieran.
No sabemos hasta qué punto su pensamiento, solidario y
comprometido con la causa de los desposeídos pudo haber influido en la toma de
conciencia de la que quiso, y logró, que su pueblo la recordara simplemente
como Evita. Lo cierto es su aporte a nuestra cultura, en cuya construcción
participó como auténtico artista popular y creador de un estilo que a pesar de
tantos años, tantos cambios y tanto olvido, conserva insospechada vigencia, tan
múltiple y anónima como sólo aquellos que el pueblo reconoce como suyos pueden
alcanzar. Mejor lo dijo Diego Holzer, que por algo es poeta: “La voz de Magaldi
es el canto del pueblo. Yo he conocido cantores andariegos, en las cosechas,
por ejemplo, y cantaban como él”.
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Imagen: Agustín Magaldi.
Nota tomada del periódico Trascartón.