(De
Carlos Fresco)
UNA
SERIE DE CONTRADICCIONES
Quizás
el nombre de Palermo de San Benito, con el que Juan Manuel de Rosas bautizó a
su quinta de Palermo, haya sido uno de los que más significados dispares recibiera
por parte de historiadores y costumbristas. Pareciera como si se hubieran visto
obligados a descubrir su origen porque sí, sin buscar los antecedentes
necesarios; pero en cambio apelaron a los artilugios de la imaginación y
aciertas tradiciones orales dudosas dando por resultado una serie de
inexactitudes que se fueron transmitiendo de boca en boca, de página en página
y de libro en libro distorsionando para siempre una verdad que, como tantas
otras de nuestra historia, se tergiversan por obra y audacia de los copistas.
Hubo
también quien lo invirtió usándolo como San Benito de Palermo, respetando la
nominación de este santo, y así también se titularon libros que trataban sobre
la quinta de Juan Manuel de Rosas.
Manuel
Bilbao (1871 1935) en sus Tradiciones y
recuerdos de Buenos Aires, escribió en el capítulo Palermo de San Benito
que "En 1836 don Juan Manuel de
Rosas adquirió de diversos propietarios los terrenos en que edificó su casa y
formó sus parques. Entre esos terrenos había uno que tuvo una pequeña capilla
bajo la advocación de San Benito, por lo que Rosas dio a su nueva propiedad
el nombre de Palermo de San Benito".
Rosas
no compró en 1836 los terrenos para formar su quinta. La primera compra la hizo
en 1838 y tardó diez años en adquirir el resto, en total 36 fracciones de
tierra, quintas o chacras, como se las denominan en las distintas escrituras.
En ninguno de esos terrenos existió una capilla que haya estado bajo la
advocación de San Benito. Esto se hubiera sabido por los detalles que se anotaban
en las escrituras, como era el caso de las construcciones que existían, de qué
material estaban hechas, el número de piezas que tenían, etcétera.
La
única capilla que existió en las tierras que compró Rosas, era la de los
franciscanos en la Calera,
hoy el barrio de Belgrano, y estaba consagrada a la Inmaculada. Esa
capilla databa aproximadamente de 1730. Posteriormente fue abandonada y
devuelta al culto en 1824. Pero en 1842, que es cuando Rosas compró Calera, ya
no se celebraba allí ceremonia religiosa alguna.
Por
ello nunca pudo Juan Manuel de Rosas dar el nombre de Palermo de San Benito a
su propiedad con el argumento que esgrime Bilbao.
Más
adelante, en el mismo capítulo, en el siguiente párrafo, dice: "Palermo, decía Sarmiento; permítaseme llamar por su nombre de familia
al parque legalmente 3 de Febrero... Llamóle Rosas Palermo de San Benito a su
morada y vastísimo' parque adyacente, porque así le plugo o acaso darle forma a
alguna de esas crueles ironías cuyo estado recto él se guardaba para sí. San
Benito de Palermo es un santo negro. Llamóle Palermo San Benito a la casa que
construía con una arquitectura de estancia, casa y galpones."
Esta
cita de Sarmiento que incluye Bilbao no aclara más las cosas, por el contrario,
las confunde, ya que el sanjuanino, quizás aún no liberado de las pasiones
políticas, da por sentado que Rosas impuso ese nombre por un capricho más de él
y, al mencionar a San Benito de Palermo cae en el error de ignorar, por lo
menos en esta circunstancia, el nombre Palermo ya impuesto a esa zona por una
larguísima tradición, aproximadamente desde el año 1600, por las tierras que
allí tenía Juan Domínguez Palermo. Entonces, el pobre San Benito de Palermo
quedó aquí mencionado pero sin que se lo pueda asociar como fuente de inspiración
que sirviera a la determinación que tomó Rosas.
HISTORIAS
DESCABELLADAS
La
imaginación de Pastor Servando Obligado (1841 1924) supera lo novelesco. Así, a
la pregunta -¿Por qué llamar Palermo de
San Benito?, del apasionado ministro inglés a Manuelita mientras cabalgaban
por los alrededores de la quinta, Obligado teje una intrincada historia que
desconcierta completamente a quien quiera tomarla como pilar para una
recreación de la historia del lugar:
"De tal interrogación tomó pie la gallarda amazona para dar una lección de
historia a galope al británico moscardón que la mareaba como su antecesor con
insípida galantería y melosidades a media lengua. Los representantes de Su
Majestad británica parecían traer por entonces la doble misión de halagar al tirano
y obsequiar a su hija."
Fue –contestó- porque la suegra de Torrecillas, dueño del primer terreno adquirido por
tatita aquí, llamaba Arroyo de Palermo a éste, cuyas excavaciones se han
prolongado hasta frente las casas.
Habiendo viajado por Sicilia, se le antojaba
semejante en algo al de su capital, llegando en su fantasía a divisar cual un
pequeño Etna en erupción, al elevarse sobre la torre de la Recoleta, el humo de
quema en los mataderos, y azulado mar de Sicilia a este inmenso río cuya
opuesta orilla no se divisa.
Desde el regreso de la expedición al desierto
acampó aquí la última de sus divisiones, aumentada cuando el bloqueo de los
franceses, por ser campamento estratégico para ocurrir, ya en defensa de la
ciudad, o en previsión de cualquier desembarque sobre la costa. Torrecillas
adquirió el terreno más inmediato a la actual quinta de Unzué, a cuyo costado
corría casi exhausto el arroyito Palermo. Hacia el opuesto extremo, sobre la
barranca de Corvalán, cerca de la
Calera de los Franciscanos, un viejo vecino había levantado
la pequeña capilla a San Benito, para que sus negros esclavos no carecieran de
misa los domingos."
De la
unión de estos nombres encontrados en los confines de la propiedad combinóse el
de Palermo de San Benito, con que fechaba Rosas su correspondencia, más que de
la tradición siciliana que la espiritual Manuelita refiriera al inglés que
andaba perdiendo los estribos por ella.
Torrecillas
no fue el dueño del primer terreno que adquirió Rosas. La primera quinta que
compró (en realidad eran tres quintas unificadas por una escritura pública) se
la vendió Juan Bautista Peña, según Obligado, compañero de banco de Juan Manuel
en el colegio de Francisco Argerich, Defensa 70.
El arroyo
Palermo que lo da como bautizado por la suegra de Torrecillas no existía en la
época en que Rosas compró la primera quinta. Él prolongó una pequeña entrada de
agua que había, formando un arroyo que hizo llegar hasta el estanque de
material que estaba frente a la casona ubicada en la esquina de avenida Sarmiento
y Del Libertador, donde se emplaza el monumento a Sarmiento. Pero ese arroyo
Rosas lo hizo construir aproximadamente seis años después de que compró la
primera quinta, por lo que no hay coincidencias ni de propietarios ni de
tiempos con lo que expone Obligado al respecto.
Por
otra parte, el relato que hace para demostrar la procedencia del nombre de
Palermo, como producto de la fantasía nostálgica de la suegra de Torrecillas,
queda como algo realmente incomprensible ante el preciso trabajo realizado al respecto
por Miguel Sorondo.
En el
texto aparece también una alteración de las ubicaciones de los predios cuando
dice: Torrecillas adquirió el terreno más
inmediato a la actual quinta Unzué, a cuyo costado corría casi exhausto el
arroyito Palermo.
El
terreno de Torrecillas era lindero por el Noroeste con el de Polidoro Coulin y
tenía por límites la Avenida
del Libertador, Raúl Scalabrini Ortiz (antes Canning y en la época de Rosas
conocida como Camino del Ministro Inglés), Avenida Las Heras (antes Chavango o
Camino de las Carretas) y Ugarteche. Y la quinta de Saturnino Unzué estaba
ubicada, Avenida del Libertador de por medio y hacia el Sureste, en lo que hoy
forma parte de Palermo Chico, y había sido de Rosas; eran las fracciones 32 y
36 que él había comprado. Estaban separadas del resto de las tierras que
conformaron Palermo de San Benito. Y por allí no pasaba el exhausto arroyito
Palermo.
Parte
de ese arroyo puede aún verse, con un pequeño puente sobre él, cercano a la Avenida Berro, al
costado de esa hermosa construcción que cuando se hizo el Parque Tres de
Febrero fue destinada para comodidad de las nodrizas cuando concurrieran allí
para su esparcimiento.
El
arroyo corría casi paralelo a la Avenida Sarmiento, aproximadamente unos 125 metros al Sureste.
Esa
quinta de Torrecillas que Obligado menciona, pero emplazada donde se explicó,
fue alquilada por Rosas y allí tenía un centro de reclutamiento de tropa. En
los partes que enviaba a sus ayudantes la mencionaba como cantón de Torrecillas
para dar el destino del personal o al hacer envíos de materiales.
Cuando
Obligado se refiere a la barranca de Corvalán, es la quinta que el 29 de
noviembre de 1843 compró Candelaria del Cerro, casada con Rafael Jorge
Corvalán, hijo del edecán de Rosas, el general Manuel Corvalán, y de Benita
Merlo y Basavilbaso. Ese establecimiento de chacra, como figura en la
escritura, se componía de 26 cuadras cuadradas; hoy, sobre parte de él se
encuentra el Club Belgrano. Lindaba por el Noroeste con la Calera.
Allí no
hay ninguna capilla levantada a San Benito por un viejo vecino, como dice
Obligado; sí existía, por ese año de 1843, cuando Candelaria del Cerro compró
la chacra vecina a la Calera,
el edificio de la que había sido la capilla de los franciscanos que trabajaban
dicha Calera. Esa capilla, como se dijo, había sido consagrada a la Inmaculada.
Evidentemente,
ante tantas inexactitudes, no puede tomarse como cierta la aseveración que hace
Obligado al decir que de la unión de estos nombres encontrados en los confines
de la propiedad combinóse el de Palermo de San Benito.
RESPETO
POR EL SANTORAL
La
herencia cultural española dejó muy arraigada en el país la costumbre de dar
por nombre al recién nacido el del santo que correspondía al día del
alumbramiento. Rosas nació un 30 de marzo, ese día se celebra la fiesta de San
Juan Clímaco, por eso recibió como primer nombre el de Juan.
Rosas era
devoto de Juan Bautista; la natividad de este santo se celebra el 24 de junio.
Por muy pocos días el primer hijo varón del matrimonio Rosas-Ezcurra no nace en
esa festividad, lo hace cinco días más tarde, el 29 de junio, que es la fiesta
de San Pedro y San Pablo. Así, el primogénito pasó a llamarse Juan Bautista
Pedro. Su tercer nombre respetaba el orden del santoral.
Manuelita
nació un 24 de mayo, día de San Robustiano Mártir y San Florencio Confesor; por
lo que fue bautizada como Manuela Robustiana.
Rosas,
respetuoso de esa costumbre, no dejó de aplicarla cuando de elegir nombres se
trataba. Al formar su quinta en Palermo lo tuvo muy en cuenta. Mantuvo el
nombre de Palermo en primer lugar porque así se llamaba la zona y así figuraba
en las escrituras de todas las quintas que compró: "en el bañado de
Palermo". El segundo nombre, San Benito, lo agregó porque él compró la
primera quinta, donde pasaba sus días de descanso, el 12 de enero de 1838 que
es cuando se celebra San Benito Biscop. De esta conjunción del nombre del lugar
y del onomástico correspondiente al día de la compra, Rosas formó el tan
discutido Palermo de San Benito.
En el
Almanaque Federal para el año bisiesto del Señor de 1848, aprobado por el
Ilustrísimo Señor Obispo Diocesano Doctor Don Mariano Medrano y Cabrera y
autorizado por el Excelentísimo Señor Gobernador y Capitán General de la Provincia, Encargado de
las Relaciones Exteriores, General en Jefe de los Ejércitos de la Confederación Argentina,
Brigadier Don Juan Manuel de Rosas, figura el 12 de enero como el día de San
Benedicto Obispo.
QUIEN
ES QUIÉN
San
Benito Biscop fue un monje anglosajón y uno de los principales propagadores del
cristianismo y del monacato en Gran Bretaña. Nació en 628 y murió en 690. Fue
el continuador de la obra comenzada por San Agustín de Canterbury en
Inglaterra.
Sirvió
cuando era joven en la corte de Oswin, rey de Northumberland. La abandonó en
653 para ir a estudiar teología en Roma. Tomó el hábito de monje en el célebre
monasterio de Lerins.}
De Roma
llevó a su patria gran cantidad de reliquias, cuadros y libros y reclutó
arquitectos, artistas y obreros especializados con los que emprendió la
construcción de las abadías de Jarrow y de Wearmouth, en la diócesis de Durham,
y fue el que introdujo allí el canto gregoriano y las ceremonias de la Iglesia romana.
En sus
muchos viajes reunió una preciosa colección de autores griegos y latinos y
compuso un tratado de la celebración de las fiestas, así como diversas obras
litúrgicas, hoy perdidas.
A él se
debe en gran parte la consolidación de la fe cristiana en Inglaterra. Su fiesta
se celebra el 12 de enero.
San
Juan Clímaco, que por él Rosas recibió Juan como su primer nombre, es siempre
representado con una escalera. La
Escala al Paraíso, fue un libro muy popular en la Edad Media, que logró
para su autor, Juan el Escolástico, el sobrenombre de Clímaco, por el que es
generalmente conocido. No se sabe el origen de este santo; posiblemente fue
originario de Palestina y se dice que fue discípulo de San Gregorio Nazianceno.
A los
16 años se unió a los monjes establecidos en el Monte Sinaí. Guiado por su
padre espiritual llamado Martirio, dejó el monasterio y se instaló en una
ermita cercana, aparentemente para acostumbrarse a dominar la tendencia a
perder el tiempo en ociosas conversaciones. Cuando tenía treinta y cinco años
de edad, abrazó por completo la vida eremítica en Thole. En este retiro, el
santo pasó cuarenta años. Tal era su reputación, que San Gregorio el Grande,
que ocupaba entonces la Silla
de San Pedro, escribió al santo abad pidiéndole sus oraciones y enviándole
camas y dinero para el uso de los numerosos peregrinos que acudían al Monte
Sinaí. Había llegado a los ochenta años cuando entregó su alma en la ermita que
le había sido tan querida.
Además
del Climax, como se titula su Escala al Paraíso, San Juan dejó otra
obra: una carta escrita al abad de Raithu, en la que describe las obligaciones
de un verdadero pastor de almas.
SAN
BENITO DE PALERMO
Esta es
otra historia. Y no tiene nada que ver con la quinta de Rosas en Palermo.
Dos
años antes de que Rosas comprara en el bañado de Palermo el primer lote con una
modesta casita en él y cuando aún no había encargado al ingeniero Nicolás
Descalzi que levantara un plano de las quintas existentes en todo el bañado,
formó un puesto de hacienda, como lo llamaba él, en el sur que denominó San
Benito de Palermo y la marca con que individualizaba el ganado se llamaba San Benito.
El mayordomo de las Haciendas de San Benito de Palermo era Peredo, el mismo que
para el Rincón del Rosario, Los Cerrillos y Constitución.
Esto
demuestra que no existe relación alguna entre la denominación que le dio a la
quinta en los bañados de Palermo con el nombre del santo con que bautizó mucho
tiempo antes su hacienda y destaca además el error que suelen cometer muchos
escritores al denominar como San Benito de Palermo la casona y quinta que Rosas
formó en Palermo.
BENITO
DE SAN FILADELFO
En realidad,
San Benito de Palermo se llama Benito de San Filadelfo. Llamado también San
Benito el Negro, por el color de su tez, y el Moro, por ser hijo de padres
esclavos africanos, y de Palermo, por haber residido en esta ciudad. Nació en
San Filadelfo (hoy San Fratello, sin duda en honor al santo), Sicilia.
Hasta
los 21 años fue pastor y labrador. Fue hallado un día en el campo por el
ermitaño jerónimo Lanza, hombre reputado, y por consejo de éste vendió su par
de bueyes y se retiró al eremitorio de Santa Doménica, donde vivía el padre
Jerónimo.
Una vez
por día se alimentaba con escasas hierbas y un poco de agua y tuvo por vestido
un ropaje de hojas de palma. De allí, pasó con sus compañeros al valle de
Nazzara, luego al árido y frío de Maneusa; enseguida a Monte Pellegrino, donde
el virrey de Sicilia les hizo construir una capilla y un depósito para agua.
En 1562
fue encargado por sus compañeros de soledad de la dirección del eremitorio de
San Francisco. Cuando Pío IV reunió a los ermitaños de dicho nombre a la orden
franciscana, Benito se dedicó a reformar la observancia en varios conventos.
Por último habitó en el de Santa María, junto a Palermo. En 1578 fue hecho, a
pesar suyo, guardián del convento sin saber leer y siendo sólo hermano.
Luego
fue vicario, maestro de novicios y murió el 4 de abril de 1589 siendo cocinero.
Fue canonizado
por Pío VII. Su fiesta se celebra el 3 de abril. Los esclavos de raza negra lo
tomaron por patrón y protector.
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Imagen: San Benio de Palermo, acuarela de Sívori 1850).
Tomado
de la revista Historias de la Ciudad, Diciembre de
2002.