24 jul 2012

Palermo de San Benito, origen de su nombre



 (De Carlos Fresco)
 
UNA SERIE DE CONTRADICCIONES
Quizás el nombre de Palermo de San Benito, con el que Juan Manuel de Rosas bautizó a su quinta de Palermo, haya sido uno de los que más significados dispares recibiera por parte de historiadores y costumbristas. Pareciera como si se hubieran visto obligados a descubrir su origen porque sí, sin buscar los antecedentes necesarios; pero en cambio apelaron a los artilugios de la imaginación y aciertas tradiciones orales dudosas dando por resultado una serie de inexactitudes que se fueron transmitiendo de boca en boca, de página en página y de libro en libro distorsionando para siempre una verdad que, como tantas otras de nuestra historia, se tergiversan por obra y audacia de los copistas.
Hubo también quien lo invirtió usándolo como San Benito de Palermo, respetando la nominación de este santo, y así también se titularon libros que trataban sobre la quinta de Juan Manuel de Rosas.
Manuel Bilbao (1871 1935) en sus Tradiciones y recuerdos de Buenos Aires, escribió en el capítulo Palermo de San Benito que "En 1836 don Juan Manuel de Rosas adquirió de diversos propietarios los terrenos en que edificó su casa y formó sus parques. Entre esos terrenos había uno que tuvo una pequeña capilla bajo la advocación de San Benito, por lo que Rosas dio a su nueva propiedad el nombre de Palermo de San Benito".
Rosas no compró en 1836 los terrenos para formar su quinta. La primera compra la hizo en 1838 y tardó diez años en adquirir el resto, en total 36 fracciones de tierra, quintas o chacras, como se las denominan en las distintas escrituras. En ninguno de esos terrenos existió una capilla que haya estado bajo la advocación de San Benito. Esto se hubiera sabido por los detalles que se anotaban en las escrituras, como era el caso de las construcciones que existían, de qué material estaban hechas, el número de piezas que tenían, etcétera.
La única capilla que existió en las tierras que compró Rosas, era la de los franciscanos en la Calera, hoy el barrio de Belgrano, y estaba consagrada a la Inmaculada. Esa capilla databa aproximadamente de 1730. Posteriormente fue abandonada y devuelta al culto en 1824. Pero en 1842, que es cuando Rosas compró Calera, ya no se celebraba allí ceremonia religiosa alguna.
Por ello nunca pudo Juan Manuel de Rosas dar el nombre de Palermo de San Benito a su propiedad con el argumento que esgrime Bilbao.
Más adelante, en el mismo capítulo, en el siguiente párrafo, dice: "Palermo, decía Sarmiento;  permítaseme llamar por su nombre de familia al parque legalmente 3 de Febrero... Llamóle Rosas Palermo de San Benito a su morada y vastísimo' parque adyacente, porque así le plugo o acaso darle forma a alguna de esas crueles ironías cuyo estado recto él se guardaba para sí. San Benito de Palermo es un santo negro. Llamóle Palermo San Benito a la casa que construía con una arquitectura de estancia, casa y galpones."
Esta cita de Sarmiento que incluye Bilbao no aclara más las cosas, por el contrario, las confunde, ya que el sanjuanino, quizás aún no liberado de las pasiones políticas, da por sentado que Rosas impuso ese nombre por un capricho más de él y, al mencionar a San Benito de Palermo cae en el error de ignorar, por lo menos en esta circunstancia, el nombre Palermo ya impuesto a esa zona por una larguísima tradición, aproximadamente desde el año 1600, por las tierras que allí tenía Juan Domínguez Palermo. Entonces, el pobre San Benito de Palermo quedó aquí mencionado pero sin que se lo pueda asociar como fuente de inspiración que sirviera a la determinación que tomó Rosas.

HISTORIAS DESCABELLADAS
La imaginación de Pastor Servando Obligado (1841 1924) supera lo novelesco. Así, a la pregunta -¿Por qué llamar Palermo de San Benito?, del apasionado ministro inglés a Manuelita mientras cabalgaban por los alrededores de la quinta, Obligado teje una intrincada historia que desconcierta completamente a quien quiera tomarla como pilar para una recreación de la historia del lugar: "De tal interrogación tomó pie la gallarda amazona para dar una lección de historia a galope al británico moscardón que la mareaba como su antecesor con insípida galantería y melosidades a media lengua. Los representantes de Su Majestad británica parecían traer por entonces la doble misión de halagar al tirano y obsequiar a su hija."
Fue –contestó- porque la suegra de Torrecillas, dueño del primer terreno adquirido por tatita aquí, llamaba Arroyo de Palermo a éste, cuyas excavaciones se han prolongado hasta frente las casas.
Habiendo viajado por Sicilia, se le antojaba semejante en algo al de su capital, llegando en su fantasía a divisar cual un pequeño Etna en erupción, al elevarse sobre la torre de la Recoleta, el humo de quema en los mataderos, y azulado mar de Sicilia a este inmenso río cuya opuesta orilla no se divisa.
Desde el regreso de la expedición al desierto acampó aquí la última de sus divisiones, aumentada cuando el bloqueo de los franceses, por ser campamento estratégico para ocurrir, ya en defensa de la ciudad, o en previsión de cualquier desembarque sobre la costa. Torrecillas adquirió el terreno más inmediato a la actual quinta de Unzué, a cuyo costado corría casi exhausto el arroyito Palermo. Hacia el opuesto extremo, sobre la barranca de Corvalán, cerca de la Calera de los Franciscanos, un viejo vecino había levantado la pequeña capilla a San Benito, para que sus negros esclavos no carecieran de misa los domingos."
De la unión de estos nombres encontrados en los confines de la propiedad combinóse el de Palermo de San Benito, con que fechaba Rosas su correspondencia, más que de la tradición siciliana que la espiritual Manuelita refiriera al inglés que andaba perdiendo los estribos por ella.
Torrecillas no fue el dueño del primer terreno que adquirió Rosas. La primera quinta que compró (en realidad eran tres quintas unificadas por una escritura pública) se la vendió Juan Bautista Peña, según Obligado, compañero de banco de Juan Manuel en el colegio de Francisco Argerich, Defensa 70.
El arroyo Palermo que lo da como bautizado por la suegra de Torrecillas no existía en la época en que Rosas compró la primera quinta. Él prolongó una pequeña entrada de agua que había, formando un arroyo que hizo llegar hasta el estanque de material que estaba frente a la casona ubicada en la esquina de avenida Sarmiento y Del Libertador, donde se emplaza el monumento a Sarmiento. Pero ese arroyo Rosas lo hizo construir aproximadamente seis años después de que compró la primera quinta, por lo que no hay coincidencias ni de propietarios ni de tiempos con lo que expone Obligado al respecto.
Por otra parte, el relato que hace para demostrar la procedencia del nombre de Palermo, como producto de la fantasía nostálgica de la suegra de Torrecillas, queda como algo realmente incomprensible ante el preciso trabajo realizado al respecto por Miguel Sorondo.
En el texto aparece también una alteración de las ubicaciones de los predios cuando dice: Torrecillas adquirió el terreno más inmediato a la actual quinta Unzué, a cuyo costado corría casi exhausto el arroyito Palermo.
El terreno de Torrecillas era lindero por el Noroeste con el de Polidoro Coulin y tenía por límites la Avenida del Libertador, Raúl Scalabrini Ortiz (antes Canning y en la época de Rosas conocida como Camino del Ministro Inglés), Avenida Las Heras (antes Chavango o Camino de las Carretas) y Ugarteche. Y la quinta de Saturnino Unzué estaba ubicada, Avenida del Libertador de por medio y hacia el Sureste, en lo que hoy forma parte de Palermo Chico, y había sido de Rosas; eran las fracciones 32 y 36 que él había comprado. Estaban separadas del resto de las tierras que conformaron Palermo de San Benito. Y por allí no pasaba el exhausto arroyito Palermo.
Parte de ese arroyo puede aún verse, con un pequeño puente sobre él, cercano a la Avenida Berro, al costado de esa hermosa construcción que cuando se hizo el Parque Tres de Febrero fue destinada para comodidad de las nodrizas cuando concurrieran allí para su esparcimiento.
El arroyo corría casi paralelo a la Avenida Sarmiento, aproximadamente unos 125 metros al Sureste.
Esa quinta de Torrecillas que Obligado menciona, pero emplazada donde se explicó, fue alquilada por Rosas y allí tenía un centro de reclutamiento de tropa. En los partes que enviaba a sus ayudantes la mencionaba como cantón de Torrecillas para dar el destino del personal o al hacer envíos de materiales.
Cuando Obligado se refiere a la barranca de Corvalán, es la quinta que el 29 de noviembre de 1843 compró Candelaria del Cerro, casada con Rafael Jorge Corvalán, hijo del edecán de Rosas, el general Manuel Corvalán, y de Benita Merlo y Basavilbaso. Ese establecimiento de chacra, como figura en la escritura, se componía de 26 cuadras cuadradas; hoy, sobre parte de él se encuentra el Club Belgrano. Lindaba por el Noroeste con la Calera.
Allí no hay ninguna capilla levantada a San Benito por un viejo vecino, como dice Obligado; sí existía, por ese año de 1843, cuando Candelaria del Cerro compró la chacra vecina a la Calera, el edificio de la que había sido la capilla de los franciscanos que trabajaban dicha Calera. Esa capilla, como se dijo, había sido consagrada a la Inmaculada.
Evidentemente, ante tantas inexactitudes, no puede tomarse como cierta la aseveración que hace Obligado al decir que de la unión de estos nombres encontrados en los confines de la propiedad combinóse el de Palermo de San Benito.

RESPETO POR EL SANTORAL
La herencia cultural española dejó muy arraigada en el país la costumbre de dar por nombre al recién nacido el del santo que correspondía al día del alumbramiento. Rosas nació un 30 de marzo, ese día se celebra la fiesta de San Juan Clímaco, por eso recibió como primer nombre el de Juan.
Rosas era devoto de Juan Bautista; la natividad de este santo se celebra el 24 de junio. Por muy pocos días el primer hijo varón del matrimonio Rosas-Ezcurra no nace en esa festividad, lo hace cinco días más tarde, el 29 de junio, que es la fiesta de San Pedro y San Pablo. Así, el primogénito pasó a llamarse Juan Bautista Pedro. Su tercer nombre respetaba el orden del santoral.
Manuelita nació un 24 de mayo, día de San Robustiano Mártir y San Florencio Confesor; por lo que fue bautizada como Manuela Robustiana.
Rosas, respetuoso de esa costumbre, no dejó de aplicarla cuando de elegir nombres se trataba. Al formar su quinta en Palermo lo tuvo muy en cuenta. Mantuvo el nombre de Palermo en primer lugar porque así se llamaba la zona y así figuraba en las escrituras de todas las quintas que compró: "en el bañado de Palermo". El segundo nombre, San Benito, lo agregó porque él compró la primera quinta, donde pasaba sus días de descanso, el 12 de enero de 1838 que es cuando se celebra San Benito Biscop. De esta conjunción del nombre del lugar y del onomástico correspondiente al día de la compra, Rosas formó el tan discutido Palermo de San Benito.
En el Almanaque Federal para el año bisiesto del Señor de 1848, aprobado por el Ilustrísimo Señor Obispo Diocesano Doctor Don Mariano Medrano y Cabrera y autorizado por el Excelentísimo Señor Gobernador y Capitán General de la Provincia, Encargado de las Relaciones Exteriores, General en Jefe de los Ejércitos de la Confederación Argentina, Brigadier Don Juan Manuel de Rosas, figura el 12 de enero como el día de San Benedicto Obispo.

QUIEN ES QUIÉN
San Benito Biscop fue un monje anglosajón y uno de los principales propagadores del cristianismo y del monacato en Gran Bretaña. Nació en 628 y murió en 690. Fue el continuador de la obra comenzada por San Agustín de Canterbury en Inglaterra.
Sirvió cuando era joven en la corte de Oswin, rey de Northumberland. La abandonó en 653 para ir a estudiar teología en Roma. Tomó el hábito de monje en el célebre monasterio de Lerins.}
De Roma llevó a su patria gran cantidad de reliquias, cuadros y libros y reclutó arquitectos, artistas y obreros especializados con los que emprendió la construcción de las abadías de Jarrow y de Wearmouth, en la diócesis de Durham, y fue el que introdujo allí el canto gregoriano y las ceremonias de la Iglesia romana.
En sus muchos viajes reunió una preciosa colección de autores griegos y latinos y compuso un tratado de la celebración de las fiestas, así como diversas obras litúrgicas, hoy perdidas.
A él se debe en gran parte la consolidación de la fe cristiana en Inglaterra. Su fiesta se celebra el 12 de enero.
San Juan Clímaco, que por él Rosas recibió Juan como su primer nombre, es siempre representado con una escalera. La Escala al Paraíso, fue un libro muy popular en la Edad Media, que logró para su autor, Juan el Escolástico, el sobrenombre de Clímaco, por el que es generalmente conocido. No se sabe el origen de este santo; posiblemente fue originario de Palestina y se dice que fue discípulo de San Gregorio Nazianceno.
A los 16 años se unió a los monjes establecidos en el Monte Sinaí. Guiado por su padre espiritual llamado Martirio, dejó el monasterio y se instaló en una ermita cercana, aparentemente para acostumbrarse a dominar la tendencia a perder el tiempo en ociosas conversaciones. Cuando tenía treinta y cinco años de edad, abrazó por completo la vida eremítica en Thole. En este retiro, el santo pasó cuarenta años. Tal era su reputación, que San Gregorio el Grande, que ocupaba entonces la Silla de San Pedro, escribió al santo abad pidiéndole sus oraciones y enviándole camas y dinero para el uso de los numerosos peregrinos que acudían al Monte Sinaí. Había llegado a los ochenta años cuando entregó su alma en la ermita que le había sido tan querida.
Además del Climax, como se titula su Escala al Paraíso, San Juan dejó otra obra: una carta escrita al abad de Raithu, en la que describe las obligaciones de un verdadero pastor de almas.

SAN BENITO DE PALERMO
Esta es otra historia. Y no tiene nada que ver con la quinta de Rosas en Palermo.
Dos años antes de que Rosas comprara en el bañado de Palermo el primer lote con una modesta casita en él y cuando aún no había encargado al ingeniero Nicolás Descalzi que levantara un plano de las quintas existentes en todo el bañado, formó un puesto de hacienda, como lo llamaba él, en el sur que denominó San Benito de Palermo y la marca con que individualizaba el ganado se llamaba San Benito. El mayordomo de las Haciendas de San Benito de Palermo era Peredo, el mismo que para el Rincón del Rosario, Los Cerrillos y Constitución.
Esto demuestra que no existe relación alguna entre la denominación que le dio a la quinta en los bañados de Palermo con el nombre del santo con que bautizó mucho tiempo antes su hacienda y destaca además el error que suelen cometer muchos escritores al denominar como San Benito de Palermo la casona y quinta que Rosas formó en Palermo.

BENITO DE SAN FILADELFO
En realidad, San Benito de Palermo se llama Benito de San Filadelfo. Llamado también San Benito el Negro, por el color de su tez, y el Moro, por ser hijo de padres esclavos africanos, y de Palermo, por haber residido en esta ciudad. Nació en San Filadelfo (hoy San Fratello, sin duda en honor al santo), Sicilia.
Hasta los 21 años fue pastor y labrador. Fue hallado un día en el campo por el ermitaño jerónimo Lanza, hombre reputado, y por consejo de éste vendió su par de bueyes y se retiró al eremitorio de Santa Doménica, donde vivía el padre Jerónimo.
Una vez por día se alimentaba con escasas hierbas y un poco de agua y tuvo por vestido un ropaje de hojas de palma. De allí, pasó con sus compañeros al valle de Nazzara, luego al árido y frío de Maneusa; enseguida a Monte Pellegrino, donde el virrey de Sicilia les hizo construir una capilla y un depósito para agua.
En 1562 fue encargado por sus compañeros de soledad de la dirección del eremitorio de San Francisco. Cuando Pío IV reunió a los ermitaños de dicho nombre a la orden franciscana, Benito se dedicó a reformar la observancia en varios conventos. Por último habitó en el de Santa María, junto a Palermo. En 1578 fue hecho, a pesar suyo, guardián del convento sin saber leer y siendo sólo hermano.
Luego fue vicario, maestro de novicios y murió el 4 de abril de 1589 siendo cocinero.
Fue canonizado por Pío VII. Su fiesta se celebra el 3 de abril. Los esclavos de raza negra lo tomaron por patrón y protector.
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Imagen: San Benio de Palermo, acuarela de Sívori 1850).
Tomado de la revista Historias de la Ciudad, Diciembre de 2002.